domingo, 9 de septiembre de 2018

LAZARILLO EN MONTEVIDEO. 2018

DAMOS PASO A LAZARILLO EN MONTEVIDEO. EDICIÓN 2018. 
CON USTEDES...LOS ESCRITORES.

Y como se dieron las cosas, tengo el derecho de decirle primero quién soy yo. Mi nombre es Sebastina García Rodríguez. Mis padres Elena Rodríguez y Gabriel García. Nacido y criado en Villa Española con un alto nivel de pobreza.
Ante todo para responderle a usted si burla hacia mi, me siento en el derecho de contarle algunos sucesos.
Mi ya mencionado padre, fue un hombre muy trabajador como peón de feria, a quien mataron injustamente cuando yo tenía cinco años, por lo que me han contado. Por otra parte debo presentarte a mi madre, mucho más tengo para decir de ella ya que la pude conocer yo mismo. Se dice de ella una mujer también muy trabajadora, su vida entera se dedicó a trabajar para otras personas limpiando o cocinando por un sueldo muy bajo.
A mis nueve años, después de cuatro años de perder a mi padre, pasábamos por el peor momento. Las cuentas tenían que pagarse y no había dinero para ello, así que no tuvimos mas opcion que pasar dos meses sin luz, por no cortar el agua. Mi madre llegaba a todos los días con velas que le regalaban, y ese era nuestro problema, mientras otros niños se quejaban por hacer deberes. 
No sabría decirle a ustedes en qué momento exacto pasó, pero mi señora madre empezó a llegar a diferentes horas y comportarse extraño. De repente volvíamos a tener luz y se hablaba de un señor muy bondadoso que nos ayudaba. En unos dos o tres meses, no más, nos encontrábamos en una mejor casa, aún pobre pero mejor que la anterior, "al menos ahora puedo ver" pensé yo. A diferencia de un año atrás, ya no nos encontrábamos solos, ya no éramos mamá y yo contra el mundo. 
Este señor bondadoso que ya mencioné, vivía con nosotros y se encargaba de traer un poco de comida, lo quise por eso ya que antes mamá tenía que dejar de comer por mi y eso no me gustaba.
Al principio todo era color de rosa, pobreza pero con delicadeza, como se hacía en este país. Supongo que sería verdad decirle que ese fue el mejor momento. Una vez cada dos meses teníamos la posibilidad de ir al Prado o si era posible una vez a la playa. 
No vaya a pensar que a partir de ese momento mi vida fue mejorando. La realidad es que comíamos muy poco para lograr aquello.
Luego de pasar cuatro años en esa situación, las cosas se empezaron a poner un poco raras, mi madre ya no estaba tan feliz, le costaba trabajar y se cansaba muy rápido. Deberás de entenderla, mujer grande de 40 años trabajando 10 horas por día y haciéndose cargo de la casa.
Yo volvía de la escuela todos los días para darme cuenta de que otra vez mi madre se encontraba en la cama. El señor bondadoso o mejor llamado por el barro Don Juan, se pasaba las tardes quejandose, él decía que no tenía dinero para tomar, comida o lo que sea y gritaba para que mi madre se levantará. 
Pasaron así dos semanas. Dos semanas que las pasé llorando por la noche, tenía que ir a la escuela sólo, mi mamá no se levantaba ni hablaba y tenía que soportar los gritos del Don no se qué ni cuánto. Como le dije antes, mi vida no estaba mejorando, se irá dando cuenta que fue lo contrario. Se lo digo porque mi madre, con 40 años falleció, por una enfermedad que nunca supe, luego de un par de días en esa situación. Yo con 13 años claramente no supe qué hacer, había perdido lo más valioso que jamás tuve en todos los sentidos. La muerte de mi mamá no significó sólo su muerte, sino la muerte de una parte de mi que se fue con ella. Dos cosas que jamás pude recuperar.
Lo único que me había dejado fueron el amor que siempre me dio, el esfuerzo y sacrificio que dio por mi, y sus última palabras que nunca voy a olvidar. Fue una noche antes de su muerte, me metí en su cuarto para ver cómo se sentía. Yo la sentí pesada como un elefante, cansada como si recién llegara de correr una maratón, y ella blanca como el papel mas blanco que se pudiera encontrar. Con voz baja y clara me pudo hablar:
- No dejes que nadie te haga sentir menos -dijo- defendete y salí adelante. Te podrás dar contra todo el mundo pero no importa lo que digan, tenes que pensar por vos.
Como se podrá imaginar con 13 años no es lo que uno se espera. Y ¿qué esperaba yo? Que por una vez en la vida fuera una buena noticia, que simplemente me dijera "estoy bien". A cambio recibí ese consejo que más tarde me iba a ayudar. 
Luego de la muerte de mi madre se decidió que yo me iba a quedar con Don Juan, lo que era un poco obvio ya que el resto de mi familia nunca quiso saber nada sobre nosotros. 
Hasta el momento mi relación con él había sido poca, sin mucho afecto y siempre con respeto porque se trataba del hombre que nos había "sacado de la pobreza".
Los siguientes días después de la muerte de mi mamá fueron un caos, además de que yo no tenía consuelo, estaba pasando hambre y me sentía muy sólo. Don Juan, quien se dedicó a ahogar sus pensas en alcohol, pretendía que yo no existía. Esa noche nuestra vecina nos trajo comida y nos sentamos a comer. Podía sentir el olor a alcohol a través de la mesa, cada vez que exhalaba me llegaba una ola de su aliento. Me alcanzó su vaso con el dedo índice.
-Toma un poco.
Por no llevarle la contra y por hacer caso tomé un sorbo. Para serle sincero recuerdo que me gustó, el alcohol me había gustado, lo que no me gustó fue lo que vino después. 
Don Juan empujó el vaso que estaba entre mis manos hacia el suelo y luego tiró también su plato vacío. Lo siguió mi plato que todavía tenía un poco de los ñoquis de la vecina. Los miré con un brillo intenso en mis ojos
Me miró convencido de sí mismo y me dijo:
- Te levantas y lo limpias. Aprende lo que es bueno.
Lo hice.
Sentí que le fallaba a mi madre. Pero lo hice.
Debo informarle que a partir de ese momento mi vida sería esa, ese tipo de momentos pasarían a ser normales e incluso nada comparado a otros. Para que se entere un poco de lo que digo le cuento que había pasado ya un año y medio desde ese momento. Un año y medio en el que pasaron muchas cosas, pero luego de ese corto tiempo pasó algo que me cambió la forma en que veía todo. Usted se habrá dado cuenta que hasta el momento Don Juan había sido un Don nadie para mi, pero por las cosas de la vida, cuando comencé a depender de él y me acordé de su existencia fue cuando realmente lo conocí y todas las fichas cayeron en su lugar. Hablo de la primera vez que quise subestimarlo. Yo tenía uno o dos amigos del liceo y quise hacer algo por ellos. No era la primera vez que lo hacía, pero no tuve mejor idea, pienso ahora, que agarrar una botella de Vodka del viejo que estaba roncando . Eran la una de la mañana, entré en silencio, pasé la mitad a una botella de plástico y la dejé en su lugar luego de llenarla con agua. 
En el mismo momento lo disfruté como nunca, tomaba una gota por cada cosa que me había dicho el Don, vale aclararle que haciendo aquello podría habérmelo tomado yo solo. 
Bueno, sin andarle con rodeos, había salido todo bien,me acosté por la madrugada y hasta el otro día todo seguía perfecto.
"Como siempre" pensé. Sentía un sentimiento de satisfacción porque era la única forma que yo tenía para desquitarme, para hacerme sentir. "Tenía", sí.
Parece que el paladar del viejo era más delicado de lo que pensaba y no se había afectado por los años. Cuando llegué del liceo por la tarde, estaba sentado con su cara desgraciada como siempre, de brazos cruzados y su barba ya en camino a parecer Jesús. Antes de leer lo que viene tal vez te esperes que él me diga algo, pero en el primer segundo en que entré a la cocina, la botella de Vodka que un momento antes se encontraba en la mesa, voló por los aires y reventó contra la pared, una pared que estaba detras de mi por lo tanto la botella rozó mi cara y realizó algunos cortes. 
Grité.
Él volvía a tener su mirada de astuto cuando me dijo:
- Si querés alcohol te lo compras, fácil. 
No se si usted entendió esa referencia, pero tenía un simple significado, tenía que trabajar, o al menos esa era su intención. 
Asi que sí, como me había imaginado en algún momento iba a pasar. Tuve que dejar el liceo y pude conseguir un trabajo como peón de construcción, tenía 15 años y mi vecino se dedicaba a esto.
Para no aburrido, saltemos a cuando ya tenía mi primer sueldo, me pagaban por semana pero no fue hasta 3 semanas de prueba cuando me pagaron. En ese tiempo tuve que soportar peleas con el viejo pero ya no me importaba. Él había decidido así, no le importaba mi persona y a mi tampoco. 
Quisiera poder decirle que allí terminó mi historia con él pero no fue así. Después de pegarme el botellazo se abrió una ventana en nuestra relación, ya no tenía que disimular su crueldad y cualquier momento era bueno para tirarme los platos al piso o dejarme sin comer. Como ese día luego de que me pagarán, por eso fue que decidí comprar mi propia comida y llegué a casa muy contento. La dejé sobre la mesa y fui al baño. Él viejo estaba en su cuarto y no tenía intención de molestarle.
Cuando volví de bañarme estaba sentado comiendo lo que yo había comprado, había suficiente para los dos pero le puedo decir que no me importó. Lo dejé y fui a buscar mi plata para volver a comprar comida pero él se levantó y me agarró la mano con fuerza, claramente había tomado todo el alcohol que había en la casa. Me sacó la plata, el maldito tenía más fuerza que yo, no le bastó y tuvo que escupirme en la cara. Otro punto para el viejo.
Aunque es un poco privado, quiero que sepa que esa noche la pasé llorando. Me di cuenta que estaba absolutamente solo y lo peor de todo es que no hice lo que mi madre me había pedido. "Defendete" esas palabras seguían sonando en mi cabeza hasta que me quedé dormido. Literalmente dormido y también dormido por el resto de las tres semanas siguientes. Ya no me importaba nada, me peleaba con el viejo constantemente y era una rutina para mi. Todos los días dedicaba al menos 5 minutos en recordar a mi madre y todo lo que me dijo antes de morir, la única persona en mi vida que merecía vivir y se encontraba muerta. Por eso decidí vengarme, porque fue entonces, con 16 años, me di cuenta de que ese viejo inútil seguro había hecho las mismas cosas con mi madre. En su momento no lo comprendí pero en ese instante lo sabía. Y también sabía que tenía que cambiar las cosas. Como si tuviera el poder de meterme en su mente, se que debe estar pensando lo bobo que fui en esas situaciones. Ya verá entonces, porque le cuento que un 4 de julio, pasó lo que ahora diríamos "la gota que derramó el vaso". 
Yo trabajaba 8 horas, como un verdadero trabajador y estaba acostumbrado a cosas que no debían de ser normales.
Como por ejemplo estar durmiendo y que te golpeen la puerta desesperadamente a las 2 de la mañana, como hizo el viejo ese 4 de julio, fecha inolvidable.
Había sido la primera vez que llegaba a casa y él no me sacaba la plata pero ahora estaba golpeando mi puerta.
Cuando la abrí, se metió dentro y fue directo a mi mochila a buscar allí, la consiguió y se fue.. pero volvió. Se dio la vuelta, me escupió en la cara, me empujó y me pegó fuerte dos veces con sus manos. 
Recordé todo lo que dijo mi madre, cada palabra y le hice caso. Me defendí de aquel viejo que había estado tratándose como una nada durante todo ese tiempo, yo me quería vengar y por estaba consiguiendo. 
Lo golpee con toda la furia acumulada que Tenía, todas las peleas, platos y botellas rotas, escupitajos, etc. Todo aquello lo descargue en esa pelea. Claramente me aproveché de él porque estaba borracho. Quedó tirado en el piso del cuarto, confundido, pero sobre todo porque estaba muy mareado para levantarse.
Agarré mi mochila, metí en ella la poca ropa que tenía y guardé la plata que había quedado tirada en el piso.
Ahora puedo decir que hice bien, pero en ese momento no lo sabía, tenía miedo y no sabía que iba a pasar. Terminaría en la casa de mi abuela y comenzaría otra historia. 
No espero que piense que fui valiente pero yo sí que lo sentía. Sentía que una parte de mi madre volvía a mi. "Defendete y salí adelante" lo hacía por ella... (SABRINA MILÁN. 4° 7. Liceo 65)


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