martes, 29 de julio de 2014

Cuarto año: TAGS!!



En cuarto año comenzamos a pensar en los tags que cada uno quiere crear.
¡Aquí vamos!







miércoles, 23 de julio de 2014

TERCER AÑO: Propuesta creativa. Autor: Francisco Espínola.

PROPUESTA CREATIVA.
Como hicimos en cuarto año con "La pata de mono", planteamos para tercer año la posibilidad de imaginar una película basada en los cuentos de Francisco Espínola trabajados en clase ("El hombre pálido" y "Rodríguez)
Aquí están los "adelantos" de estas posibles películas.









sábado, 12 de julio de 2014

TERCER AÑO: ¿Qué es el Realismo mágico?

                     
 LA NARRATIVA LATINOAMERICANA, EL BOOM Y EL REALISMO MÁGICO.


Avanzado el siglo XX, a mediados de la década del ’60 comienza a hablarse del “boom” latinoamericano. El término “boom” es la onomatopeya de una explosión, se origina en la terminología del marketing norteamericano, donde designa el alza brusca de las ventas de determinado producto en las sociedades de consumo.
El surgimiento del “boom” va unido  la aparición de novelas que se constituyen en un éxito editorial. El “boom” es visto como la nueva narrativa latinoamericana y los escritores que la integran asumen un compromiso con las diferentes regiones del continente y se lanzan a la búsqueda de su identidad. Los narradores del “boom” sienten la necesidad imperiosa de elaborar novelas autóctonas que reflejen la realidad de América, buscando lo universal en el específico contexto americano.
El boom se extingue aproximadamente hacia 1972.
EL REALISMO MÁGICO: Término que surge en 1925, con cierta imprecisión porque se aplica a obras muy distintas entre sí,  y que incluye más que nada a un grupo de pintores alemanes (post expresionismo).
A mediados del siglo el término “realismo mágico” pasa a la literatura.
En 1948 Usler Pietri expresa que predomina en el cuento y deja su huella la consideración del hombre como misterio en medio de los datos realistas. Una adivinación poética o una negación poética de la realidad.
“El realismo mágico es ante todo la combinación de la realidad y la fantasía, es la transformación de lo real en irreal. El realismo mágico crea un concepto deformado del tiempo y el espacio…” (E. Dale Carter)
El realismo mágico y el “boom” latinoamericano coinciden en algunos puntos.
CARACTERÍSTICAS DE LA LITERATURA DEL REALISMO MÁGICO:
v  “En vez de presentar la magia como si fuera real, presenta la realidad como si fuera mágica”
v  “Las cosas existen” y al penetrar en su fondo “volvemos a tocar el enigma”.
v  “Entre la disolución de la realidad (magia)y la copia de la realidad (realismo), el realismo mágico se asombra como si asistiera al espectáculo de un nuevo Génesis”.
v  “Los sucesos, siendo reales, producen la ilusión de irrealidad”.
v  El narrador “se entretendrá contando furores maniáticos, trances místicos, errores de percepción, pérdidas del sentido del tiempo, desdoblamientos de personalidad, pesadillas, telepatías, alucinaciones, locuras”. (A.Imbert).
El novelista ve a América con ojos maravillados porque la realidad americana es maravillosa.
El realismo mágico es una tendencia de la novelística del siglo XX que se caracteriza por la inclusión y el respeto a los mitos dentro de un contexto realista. No se trata de presentar la magia como si fuera real sino de presentar la realidad como si fuera mágica.
Es una focalización de lo sobrenatural. Nos muestra la realidad narrativa con elementos fantásticos y fabulosos, se busca el cuestionamiento de la verdad.

Los representantes de este movimiento son Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Augusto Roa Bastos, etc.

TERCER AÑO: "No oyes ladrar los perros" (Juan Rulfo)

Juan Rulfo
(México, 1918-1986)

No oyes ladrar a los perros
(El Llano en llamas, 1953)

        —Tú que vas allá arriba, Ignacio, dime si no oyes alguna señal de algo o si ves alguna luz en alguna parte.
        —No se ve nada.
        —Ya debemos estar cerca.
        —Sí, pero no se oye nada.
        —Mira bien.
        —No se ve nada.
        —Pobre de ti, Ignacio.
        La sombra larga y negra de los hombres siguió moviéndose de arriba abajo, trepándose a las piedras, disminuyendo y creciendo según avanzaba por la orilla del arroyo. Era una sola sombra, tambaleante.
        La luna venía saliendo de la tierra, como una llamarada redonda.
        —Ya debemos estar llegando a ese pueblo, Ignacio. Tú que llevas las orejas de fuera, fíjate a ver si no oyes ladrar los perros. Acuérdate que nos dijeron que Tonaya estaba detrasito del monte. Y desde qué horas que hemos dejado el monte. Acuérdate, Ignacio.
        —Sí, pero no veo rastro de nada.
        —Me estoy cansando.
        —Bájame.
        El viejo se fue reculando hasta encontrarse con el paredón y se recargó allí, sin soltar la carga de sus hombros. Aunque se le doblaban las piernas, no quería sentarse, porque después no hubiera podido levantar el cuerpo de su hijo, al que allá atrás, horas antes, le habían ayudado a echárselo a la espalda. Y así lo había traído desde entonces.
        —¿Cómo te sientes?
        —Mal.
        Hablaba poco. Cada vez menos. En ratos parecía dormir. En ratos parecía tener frío. Temblaba. Sabía cuándo le agarraba a su hijo el temblor por las sacudidas que le daba, y porque los pies se le encajaban en los ijares como espuelas. Luego las manos del hijo, que traía trabadas en su pescuezo, le zarandeaban la cabeza como si fuera una sonaja. Él apretaba los dientes para no morderse la lengua y cuando acababa aquello le preguntaba:
        —¿Te duele mucho?
        —Algo —contestaba él.
        Primero le había dicho: "Apéame aquí... Déjame aquí... Vete tú solo. Yo te alcanzaré mañana o en cuanto me reponga un poco." Se lo había dicho como cincuenta veces. Ahora ni siquiera eso decía. Allí estaba la luna. Enfrente de ellos. Una luna grande y colorada que les llenaba de luz los ojos y que estiraba y oscurecía más su sombra sobre la tierra.
        —No veo ya por dónde voy —decía él.
        Pero nadie le contestaba.
        E1 otro iba allá arriba, todo iluminado por la luna, con su cara descolorida, sin sangre, reflejando una luz opaca. Y él acá abajo.
        —¿Me oíste, Ignacio? Te digo que no veo bien.
        Y el otro se quedaba callado.
        Siguió caminando, a tropezones. Encogía el cuerpo y luego se enderezaba para volver a tropezar de nuevo.
        —Este no es ningún camino. Nos dijeron que detrás del cerro estaba Tonaya. Ya hemos pasado el cerro. Y Tonaya no se ve, ni se oye ningún ruido que nos diga que está cerca. ¿Por qué no quieres decirme qué ves, tú que vas allá arriba, Ignacio?
        —Bájame, padre.
        —¿Te sientes mal?
        —Sí
        —Te llevaré a Tonaya a como dé lugar. Allí encontraré quien te cuide. Dicen que allí hay un doctor. Yo te llevaré con él. Te he traído cargando desde hace horas y no te dejaré tirado aquí para que acaben contigo quienes sean.
        Se tambaleó un poco. Dio dos o tres pasos de lado y volvió a enderezarse.
        —Te llevaré a Tonaya.
        —Bájame.
        Su voz se hizo quedita, apenas murmurada:
        —Quiero acostarme un rato.
        —Duérmete allí arriba. Al cabo te llevo bien agarrado.
        La luna iba subiendo, casi azul, sobre un cielo claro. La cara del viejo, mojada en sudor, se llenó de luz. Escondió los ojos para no mirar de frente, ya que no podía agachar la cabeza agarrotada entre las manos de su hijo.
        —Todo esto que hago, no lo hago por usted. Lo hago por su difunta madre. Porque usted fue su hijo. Por eso lo hago. Ella me reconvendría si yo lo hubiera dejado tirado allí, donde lo encontré, y no lo hubiera recogido para llevarlo a que lo curen, como estoy haciéndolo. Es ella la que me da ánimos, no usted. Comenzando porque a usted no le debo más que puras dificultades, puras mortificaciones, puras vergüenzas.
        Sudaba al hablar. Pero el viento de la noche le secaba el sudor. Y sobre el sudor seco, volvía a sudar.
        —Me derrengaré, pero llegaré con usted a Tonaya, para que le alivien esas heridas que le han hecho. Y estoy seguro de que, en cuanto se sienta usted bien, volverá a sus malos pasos. Eso ya no me importa. Con tal que se vaya lejos, donde yo no vuelva a saber de usted. Con tal de eso... Porque para mí usted ya no es mi hijo. He maldecido la sangre que usted tiene de mí. La parte que a mí me tocaba la he maldecido. He dicho: “¡Que se le pudra en los riñones la sangre que yo le di!” Lo dije desde que supe que usted andaba trajinando por los caminos, viviendo del robo y matando gente... Y gente buena. Y si no, allí esta mi compadre Tranquilino. El que lo bautizó a usted. El que le dio su nombre. A él también le tocó la mala suerte de encontrarse con usted. Desde entonces dije: “Ese no puede ser mi hijo.”
        —Mira a ver si ya ves algo. O si oyes algo. Tú que puedes hacerlo desde allá arriba, porque yo me siento sordo.
        —No veo nada.
        —Peor para ti, Ignacio.
        —Tengo sed.
        —¡Aguántate! Ya debemos estar cerca. Lo que pasa es que ya es muy noche y han de haber apagado la luz en el pueblo. Pero al menos debías de oír si ladran los perros. Haz por oír.
        —Dame agua.
        —Aquí no hay agua. No hay más que piedras. Aguántate. Y aunque la hubiera, no te bajaría a tomar agua. Nadie me ayudaría a subirte otra vez y yo solo no puedo.
        —Tengo mucha sed y mucho sueño.
        —Me acuerdo cuando naciste. Así eras entonces.
        Despertabas con hambre y comías para volver a dormirte. Y tu madre te daba agua, porque ya te habías acabado la leche de ella. No tenías llenadero. Y eras muy rabioso. Nunca pensé que con el tiempo se te fuera a subir aquella rabia a la cabeza... Pero así fue. Tu madre, que descanse en paz, quería que te criaras fuerte. Creía que cuando tú crecieras irías a ser su sostén. No te tuvo más que a ti. El otro hijo que iba a tener la mató. Y tú la hubieras matado otra vez si ella estuviera viva a estas alturas.
        Sintió que el hombre aquel que llevaba sobre sus hombros dejó de apretar las rodillas y comenzó a soltar los pies, balanceándolo de un lado para otro. Y le pareció que la cabeza; allá arriba, se sacudía como si sollozara.
        Sobre su cabello sintió que caían gruesas gotas, como de lágrimas.
        —¿Lloras, Ignacio? Lo hace llorar a usted el recuerdo de su madre, ¿verdad? Pero nunca hizo usted nada por ella. Nos pagó siempre mal. Parece que en lugar de cariño, le hubiéramos retacado el cuerpo de maldad. ¿Y ya ve? Ahora lo han herido. ¿Qué pasó con sus amigos? Los mataron a todos. Pero ellos no tenían a nadie. Ellos bien hubieran podido decir: “No tenemos a quién darle nuestra lástima”. ¿Pero usted, Ignacio?


        Allí estaba ya el pueblo. Vio brillar los tejados bajo la luz de la luna. Tuvo la impresión de que lo aplastaba el peso de su hijo al sentir que las corvas se le doblaban en el último esfuerzo. Al llegar al primer tejaván, se recostó sobre el pretil de la acera y soltó el cuerpo, flojo, como si lo hubieran descoyuntado.
        Destrabó difícilmente los dedos con que su hijo había venido sosteniéndose de su cuello y, al quedar libre, oyó cómo por todas partes ladraban los perros.
        —¿Y tú no los oías, Ignacio? —dijo—. No me ayudaste ni siquiera con esta esperanza.

TERCER AÑO: "Alguien desordena estas rosas" (Gabriel García Márquez)

                                                     ALGUIEN DESORDENA ESTAS ROSAS





Como es domingo y ha dejado de llover, pienso llevar un ramo de rosas a mi tumba. Rosas rojas y blancas, de las que ella cultiva para hacer altares y coronas. La mañana estuvo entristecida por este invierno taciturno y sobrecogedor que me ha puesto a recordar la colina donde la gente del pueblo abandona los muertos. Es un sitio pelado, sin arboles, barrido apenas por las migajas providenciales que regresan después que el viento ha pasado. Ahora que dejó de llover y que el sol de mediodía debe haber endurecido el jabón de la cuesta, podría llegar hasta el túmulo en cuyo fondo reposa mi cuerpo de niño, ahora confundido, desmenuzado entre caracoles y raíces. 
Ella está posternada frente a sus santos. Permanece abstraída desde cuando dejé de moverme en la habitación, después de haber fracasado en el primer intento de llegar hasta el altar para coger las rosas más encendidas y frescas. Tal vez hoy hubiera podido hacerlo; pero la lamparita pestañeó, y ella, recobrada del éxtasis, levantó la cabeza y miró hacia el rincón donde está la silla. Debió pensar: "Es otra vez el viento". , Porque es verdad que algo crujió junto al altar y la habitación onduló un instante, como si hubiera sido removido el viento de los recuerdos estancados en ella desde hace tanto tiempo. Entonces comprendí que debía guardar una nueva ocasión para recoger las rosas, porque ella continuaba despierta, mirando la silla, y habría podido sentir junto a su rostro el rumor de mis manos. Ahora debo esperar a que ella abandone la habitación, dentro de un momento, y vaya a la pieza vecina a dormir la siesta medida e invariable del domingo. Es posible que entonces pueda yo salir con las rosas para estar de regreso antes de que ella vuelva a esta habitación y se quede mirando la silla. 
El domingo pasado fue más difícil. Tuve que esperar casi dos horas que ella cayera en éxtasis. Parecía intranquila, preocupada, como si hubiera atormentado la certidumbre de que súbitamente su soledad en la casa se había vuelto menos intensa. Dio varias vueltas por el cuarto con el ramo de rosas, antes de abandonarlo en el altar. Luego salió al pasadizo, miró adentro y se dirigió a la pieza vecina. Yo sabía que estaba buscando la lámpara. Y después, cuando volvió a pasar frente a la puerta y la vi en la claridad del corredor con el saquito oscuro y las medias rosadas, me pareció que era todavía igual a la niña que hace cuarenta años se inclinó sobre mi cama, en ese mismo cuarto, y dijo: "Ahora que le han puesto los palillos tiene los ojos abiertos y duros". Era igual como si no hubiera transcurrido el tiempo desde aquella remota tarde de agosto en que las mujeres la trajeron al cuarto y le mostraron el cadáver y le dijeron: "Lora, era común hermano tuyo", y ella se recostó contra la pared, llorando, obedeciendo, todavía ensopada por la lluvia.
Desde hace tres o cuatro domingos estoy tratando de llegar hasta las rosas, pero ella ha permanecido vigilante frente al altar; vigilando las rosa con una sobresaltada diligencia que no le había conocido en veinte años que lleva de vivir en la casa. El domingo pasado, cuando salió a buscar la lámpara, logré componer un ramo con las mejore rosas. En ningún momento he estado tan cerca de realizar mi deseo. Pero cuando me disponía a regresar a la silla oí de nuevo las pisadas en el pasadizo, ordené brevemente las rosas en el altar; y entonces la vi aparecer en el vano de la puerta con la lámpara en alto. Tenía puesto el saquito oscuro y las medias rosadas, pero había en su rostro algo como la fosforescencia de una revelación. No parecía entonces la mujer que desde hace veinte años cultiva rosa en el huerto, sino la misma niña que en aquella tarde de agosto trajeron a la pieza vecina para que se cambiara de ropa y que regresaba ahora con una lámpara, gorda y envejecida, cuarenta años después.
Mis zapatos tenían todavía la dura costra de barro que se les formó aquella tarde, a pesar de que permanecieron secándose durante veinte años junto al fogón apagado. Un día fui a buscarlos. Esto fue después de que clausuraron las puertas, descolgaron del umbral el pan y el ramo de sábila, y se llevaron los muebles. Todos los muebles, menos la silla del rincón que me ha servido para estar durante todo este tiempo. Yo sabía que los zapatos los habían puesto a secar y que ni siquiera se acordaron de ellos cuando abandonaron la casa. Por eso fui a buscarlos.
Ella volvió muchos años después. Había transcurrido tanto tiempo, que el olor al almizcle del cuarto se había confundido con el olor del polvo, con el seco y minúsculo tufo de los insectos, Yo estaba solo en la casa, sentado en el rincón, esperando. Y había aprendido a distinguir el rumor de la madera en descomposición, al aleteo del aire volviéndose viejo en las alcobas cerradas. Entonces fue cuando ella vino. Se había parado en la puerta con una maleta en la mano, un sombrero verde y el mismo saquito de algodón que no se ha quitado desde entonces. Era todavía una muchacha. No había empezado a engordar, ni los tobillos le abultaban bajo las medias, como ahora. Yo estaba cubierto de polvo y telaraña cuando ella abrió la puerta y en algún parte de la habitación guardó silencio el grillo que había estado cantando durante veinte años. Pero a pesar de eso; a pesar de la telaraña y el polvo, el brusco arrepentimiento del grillo y de la nueva edad de la recién llegada, yo reconocí en ella a la niña que en aquella tormentosa tarde de agosto me acompañó a recoger nidos en el establo. Así como estaba, parada en la puerta, con la maleta en al mano y el sombrero verde, parecía como si de pronto fuera a ponerse a gritar, a decir lo mismo que dijo cuando me encontraron bocaarriba entre la hierva del establo, todavía aferrado al travesaño de la escalera rota. Cuando ella abrió la puerta por completo, los goznes crujieron y el polvillo del techo se derrumbó a golpes, como si alguien se hubiera puesto a martillar en el caballete, entonces ella vaciló en el marco de la claridad, introduciendo después medio cuerpo en la habitación, y dijo con la voz de quien está llamando a una persona dormida: "¡Niño! ¡Niño!" Y yo permanecí quieto en la silla, rígido con los pies estirados.
Creía que solo venía a ver el cuarto, pero siguió viviendo en la casa. Aireó la habitación y fue como si hubiera abierto la maleta y de ella hubiera salido su antiguo olor a almizcle. Los otros se llevaron los muebles y la ropa de los baúles. Ella solo se había llevado los olores del cuarto; y veinte años después los trajo de nuevo, los colocó en su lugar y reconstruyó el altarcillo; igual que antes. Su sola presencia bastó para restaurar lo que la implacable laboriosidad del tiempo había destruido. Desde entonces come y duerme en la pieza de al lado, pero se pasa los días en ésta, conversando en silencio con los santos. Durante la tarde se sienta en el mecedor, junto a la puerta, y zurce la ropa mientras atiende a quienes vienen a comprarle flores. Ella se mece siempre mientras se zurce la ropa. Y cuando viene alguien por un ramo de rosas, guarda la moneda en la esquina del pañuelo que se anuda a la cintura y dice invariablemente: "Cógelas de la derecha, que las de la izquierdas son para los santos".
Así ha estado en el mecedor durante veinte años, zurciendo sus cositas, meciéndose, mirando hacia la silla, como si por ahora no cuidara del niño que compartió con ella las tardes de la infancia, sino del nieto inválido que está allí, sentado en el rincón desde cuando la abuela tenía cinco años.
Es posible que ahora, cuando vuelva a bajar la cabeza, pueda acercarme a las rosas. Si logro hacerlo iré hasta la colina, las pondré sobre el túmulo y regresaré a mi silla, a esperar el día en que ella no vuelva al cuarto y cesen los ruidos en la pieza de al lado.
Este día habrá un transformación en todo esto, porque yo tendré que salir otra vez de la casa para avisarle a alguien que la mujer de las rosas, la que vive sola en la casa arruinada, está necesitando cuatro hombres que la conduzcan a la colina. Entonces quedaré definitivamente solo en el cuarto. Pero en cambio ella estará satisfecha. Porque ese día sabrá que no era el viento invisible lo que todos los domingos llegaba a su altar y le desordenaba las rosas.
Gabriel Garcia Marquez 

viernes, 11 de julio de 2014

¿Quieres que bailemos?: Porque lo importante, es elegir lo que nos hace felices.



Hay momentos en los que empezamos a elegir lo que queremos "ser" en nuestras vidas.Cuando ese momento llega, enfrentamos a una sociedad que nos ha hecho creer que lo más importante es el dinero.
La verdad es que lo más importante es elegir aquello que nos haga felices, aquello que no nos haga sentir el trabajo como una carga, aquello que nos permita el disfrute y el placer, aquello que nos dé la oportunidad de crecer cada día, y ponga una sonrisa en el rostro antes de dormir aunque el cuerpo esté cansado; aquello que sea tan pasional que nos haga sentir a diario que se nos va la vida en ello...
Esa será nuestra mayor riqueza...disfrutar no de lo que HACEMOS, sino de lo que SOMOS.

lunes, 7 de julio de 2014

QUINTO BIOLÓGICO Y SEXTO DERECHO: Ray Bradbury: Información general.

                                     RAY BRADBURY: CONTEXTO HISTÓRICO.

Bradbury nace en 1920, año particularmente mítico para los estadounidenses.  Los “twenties”, los “años locos”, señalan un período de auge comercial y financiero directamente derivado de la expansión industrial en lo interno y de la penetración en la economía de varios países  bajo la forma de intercambio desigual. El exceso de afluencia de capitales hacia EEUU durante esa época, produjo un resultado inevitable: el desplazamiento del centro de gravedad de la economía mundial. Inglaterra cedió paso a EEUU en el primer plano de las potencias capitalistas y el patrón oro, imperante hasta entonces, se vio sustituido  por el dólar, moneda en franco ascenso.
La prosperidad estadounidense posterior a la Primera Guerra Mundial fue constante y acelerada. Wall Street centralizó la actividad bursátil mundial. El auge de la juventud, la independencia de la mujer, la mayor liberación de los hábitos sexuales, la renovación de las artes, entre ellas las decorativas, el impulso arrollador del jazz y el reflejo de los movimientos de vanguardia europeos, principalmente el Dadaísmo y el Surrealismo, caracterizaron la época.
El auge de los medios de comunicación masivos como el cine y la radio, el enorme crecimiento de Hollywood y la aparición del sistema de “estrellas” fueron piezas de este complejo rompecabezas cultural.
Gran parte del globo resultó deudor de EEUU y la creciente industrialización unida a altos niveles de empleo, salario y despilfarro, tendieron a la crisis con la misma celeridad con que habían llegado al apogeo.
Proceso perfectamente lógico dentro del sistema capitalista, la superproducción trajo ruina y ruina profunda. En 1929, quince millones de desocupados, más un importante número de subocupados, sobrevivían y morían mientras otros ciudadanos aprendían a bailar ritmos de moda.
Después de una crisis aguda, la economía volvió a sus rieles habituales. Un proceso lento aunque sostenido, no logró ocultar la honda problemática social.: la discriminación a los afrodescendientes, el casi exterminio de los indios, los reclamos obreros y un consumismo alienante. A partir de la década del 30, esta situación interna y una intromisión mayor en los países latinoamericanos y coloniales en general, fueron rodeando los músculos del gran coloso.
Los años cuarenta iban a estar marcados por la II Guerra Mundial, la contienda de mayores proporciones y más devastadora que ha padecido la humanidad. Los dos primeros años de guerra fueron de relativa calma para los Estados Unidos, que veían el conflicto aún lejano y propio de la vieja Europa, siempre enzarzada en disputas territoriales. Pero a finales de 1941, con el ataque japonés a la base militar en el Pacífico de Pearl Harbour, los estadounidenses entraban de lleno en el conflicto, que desde ese momento adquirió proporciones mundiales. Los efectos de la guerra y la recesión económica que trajo consigo no tardaron en hacerse sentir en todos los sectores.
Al terminar el conflicto mundial, el liderazgo de Estados Unidos en Occidente, era incuestionable. No obstante, la guerra había generado nuevas dificultades y necesidades que fueron modificando su realidad interna.:
·         Un sentimiento de lealtad hacia la patria promovió el alejamiento de ideologías de izquierda volcando al electorado hacia posiciones conservadoras.
·         El crecimiento industrial demandó mano de obra lo que permitió un aumento generalizado de salarios homogeneizando la sociedad.
·         Paralelamente al aumento de matrimonios se dio un crecimiento de los divorcios que afectó la estructura familiar tradicional.
A esto deben sumarse los graves problemas internos heredados de la Segunda Guerra Mundial, como la reconversión de la economía de guerra en una de paz, la desmovilización y reinserción de doce millones de soldados y los temores a una posible superproducción y desocupación.
                Los años 50 fueron conocidos como una época de opulencia y bienestar económico, lo que confirmó a esta nación como la fortaleza del capitalismo.
CONTEXTO LITERARIO.
                Bradbury forma parte de la más importante generación de escritores de ciencia ficción y fantasía, aquella que publica sus obras fundamentales por la década del 50. Al período comprendido entre 1938 y 1960 se le denomina “época de oro” de la ciencia ficción. Por los años 50, aparecen las mayores creaciones de varios autores, hoy verdaderos clásicos de esta vertiente literaria. Es el caso de “Los cristales soñadores” (1950) y “Más que humano”(1953) de Theodor Sturgeon. También pueden incluirse “Yo robot”(1950) y la trilogía “Fundación “ de Isaac Asimov, “Fin de la infancia” (1953) de Arthur Clarke y las continuamente reeditadas “Crónicas marcianas” (1950) y “El hombre ilustrado” (1951) de Ray Bradbury.
¿QUÉ ES LA CIENCIA FICCIÓN?
                Mucho se ha discutido sobre ello y es difícil alcanzar unanimidad al respecto. Sin embargo, algunas características intrínsecas asoman con alguna evidencia. La ciencia ficción constituye, fundamentalmente una vertiente literaria muy cercana a la “fantasía” en cuanto a su no necesaria referencia a acontecimientos ocurridos u ocurribles. Pero, mientras en la “fantasía” nunca suceden episodios verosímiles, en la ciencia ficción puede adelantarse lo que vendrá o ensayarse hipótesis luego verificables científicamente.
                Una definición comprensiva a la vez que amplia parece la del propio Asimov:
 “ES LA RAMA DE LA LITERATURA QUE TRATA SOBRE LAS RESPUESTAS HUMANAS A LOS CAMBIOS EN EL NIVEL DE LA CIENCIA Y TECNOLOGÍA”
La aparición a menudo de máquinas o principios científicos  en la anécdota adquiere, normalmente, relevancia. Consideramos que esta definición sí se acerca sustancialmente a la característica del fenómeno.
ACERCAMIENTO A LA TÉCNICA NARRATIVA BRADBURIANA.
La prosa de Bradbury se distingue por algunos procedimientos narrativos y un alto nivel poético. Metáforas, símiles y personificaciones  se anudan perfectamente al argumento. También es parte de su estilo el uso del polisíndeton y de una adjetivación precisa y nada grandilocuente.
En cuanto a las técnicas narrativas más frecuentes encontramos las historias paralelas, la ficción dentro de la ficción, la superposición de épocas disímiles, el flashback. Presenta diálogos breves y acelerados a la vez que expone repeticiones que le otorgan un ritmo peculiar (“Ese sol”, por ejemplo en La pradera)
Merece una mención especial la denominación de los personajes de sus historias. Ponen de relieve una característica psicológica predominante o sugieren alguna circunstancia física específica. No obstante, la ironía puede rodear estas denominaciones. Muestra clara de ello son Wendy y Peter.
TEMAS.
La narrativa de Bradbury presenta una amplísima gama de temas: la infancia, la soledad, el optimismo, el silencio, el miedo, los viajes, en el espacio y el tiempo, la inadaptación, la magia, la maquinaria, la marginalidad, la Literatura.
Por otro lado hallamos temáticas como el tiempo, la apariencia y el ser, la ambivalencia, la muerte (individual o colectiva) y Dios.
LA PRADERA.
Publicado originalmente en el “Saturday  Evening Post”, este relato abría ya la primera colección de cuentos reunidos bajo el título de “El hombre ilustrado” (1951), un libro de cuentos estructurado de una forma muy particular. Al comienzo del libro, un narrador protagonista relata el encuentro en una carretera con un “hombre ilustrado”; un personaje cuya piel soporta, milímetro a milímetro los más diversos y hermosos tatuajes. Cada tatuaje ilustra una historia y, mirándolos fijamente, el narrador se interna en los cuentos vinculados a estas imágenes. De esta manera, con cada cuento asistimos a una ficción incluida dentro de una ficción, la del tatuaje que se anima en el cuento del hombre ilustrado, que también es ficticio.”La pradera” constituye la ilustración que empieza a moverse en primer término.
Respecto de sus antecedentes podemos anotar que el parricidio y la alienación fueron temas que proliferaron en la narrativa universal de principios de siglo XX. Sin embargo, el gran antecedente está en la propia producción braburiana en el cuento denominado “Vendrán lluvias suaves” que forma parte del libro “Crónicas marcianas”. En el cuento mencionado aparece claramente un cuarto en el que se materializaban animales integrando una selva a la acción: “En el cuarto de los niños ardió la selva” expresa el narrador. “Los leones azules rugieron, las jirafas moradas escaparon dando saltos…” A pesar de la ausencia de personajes humanos y de otras diferencias, el embrión espacial de “La pradera” late, indudablemente, en este selvático cuarto de los niños.
En cuanto a la vertiente literaria” La pradera” puede incluirse dentro de una ciencia ficción liviana, o no “dura” porque, evidentemente, constituye éste, el único elemento que se aparta claramente del realismo.
Muchos de los temas principales de Bradbury aparecen en esta creación literaria. Entre los más notorios merecen citarse: la muerte, la apariencia y el ser (¿quién manda en realidad, los padres o la casa, o los niños?), el tiempo (Hubo un tiempo justo para deshacerse de la casa. Pasó), Dios (los niños y el cuarto de juegos crean la fantasía que se desee. No hay límites para su creación)
Podemos percibir también, una extraña forma de ocupación. La casa ocupa la mente de los niños, no hay otro interés equiparable a ella.
La ambivalencia  se materializa en la figura de los padres que terminan rechazando lo que antes les había atraído tanto. Los niños, en cambio, permanecen fieles a su casa, seguros de su inalterable amor.La infancia habla por estos hermanos unidos, dos en uno, tanto en fantasía como en venganza.
Esto último marca una forma de inadaptación. Los padres no se adaptan a la casa mientras que los niños se niegan a adaptarse sin ella.
El optimismo inicial de los padres, derivado de una desmesurada confianza en la ciencia (“genio mecánico” dirá George”), se convierte pronto en sombría preocupación, y la casa “de la vida feliz” deriva en lugar de sacrificio y muerte.
El viaje en el tiempo y el espacio lo proporciona el cuarto de los niños, esa especie de agencia de viajes que cumple, eficientemente, con los deseos de sus clientes.
Sin mucho esfuerzo en la lectura, encontramos el tema del miedo, planteado desde el diálogo inicial y recorriendo todo el cuento.
También hay lugar para la magia en la manifestación externa e instantánea de un objeto pensado con fuerza (“Los niños pensaban en cebras y había cebras”)


               

Material extraído y adaptado de ”Historia del mundo actual 4”, editorial Santillana y “Un conejo en una galera espacial”, Lauro Marauda, editorial Técnica.

sábado, 5 de julio de 2014

CUARTO AÑO: Breve recorrido por la historia del arte








Importante:
Barroco Siglo XVII y Neoclasicismo Siglo XVIII

QUINTO AÑO: El mito de la creación de los mayas

El mito olímpico de la creación - Mitología griega

QUINTO AÑO: Unidad III. La Divina Comedia (Infierno)

QUINTO BIOLÓGICO Y SEXTO DERECHO (Nocturno). Narrativa del siglo XX

QUINTO AÑO Tronco común. BIBLIA(Información general)

DENOMINACIÓN 

La voz Biblia, nombre femenino y singular en la mayoría de las lenguas modernas, es neutro y plural en la forma griega de la cual procede. En su origen, significó los libros. Hoy se lo emplea como un superlativo excepcional: el libro o libro de los libros, es decir, el libro por excelencia. 
También, y atendiendo a su valor religioso, se la denomina Sagradas escrituras y Libro 
santo. Los hebreos, por su parte, la llamaban TNK, letras iniciales de los nombres de los tres 
grandes grupos en que distribuían los libros: Torah, Nebiim, Ketubiim, es decir, Ley, Profetas y Otros escritos.

CARACTERÍSTICAS 
Es una obra múltiple pues consiste en una colección de muchas otras de diferentes 
épocas, autores y géneros, escritas en varias lenguas; sin embargo, todas ellas logran una 
unidad que permite considerarlas no como libros totalmente independentes sino como 
partes armónicamente trabadas de un todo. Los autores, de variada cultura y tendiendo a 
distintos fines, trataron diversos temas, en prosa y en verso, y sus obras tienen las 
características personales de su estilo y las peculiares de su época. 


UBICACIÓN 
Si bien la Biblia pertenece a la literatura hebrea, no deben confundirse algunos conceptos: el 
de literatura hebrea es mucho más amplio, pues comprende todas las manifestaciones 
literarias del pueblo hebreo durante las diferenfes etapas de su historia, mientras que la Biblia es sólo una parte de esa literatura, seguramente la más famosa e importante: la literatura sagrada. 
En síntesis, la Biblia es la colección de los libros sagrados de la literatura hebrea 
compuestos en diversas épocas y por diversidad de autores y en lenguas distintas, cuya 
unidad la da el carácter sagrado de los mismos. 

LENGUAS 

Tres lenguas han sido usadas en la composición de la Biblia: hebrea, aramea y griega. 
La hebrea, de origen semita, que fuera durante siglos una lengua viva, suplantada después en
el habla corriente por el arameo, se conservó como lengua sagrada. Hoy, el moderno estado 
de Israel, le devolvió su condición primitiva al hacerla su idioma oficial. 

UNIDAD – INSPIRACIÓN 
La Biblia es el libro sagrado del pueblo hebreo y conserva ese carácter para los grupos 
religiosos enraizados en la religión hebrea, como lo son los cristianos de las diversas 
confesiones (católicos, protestantes y ortodoxos). Precisamente, lo que hace la unidad 
interna de los libros que la componen es un valor religioso especial: la inspiración. 
Literatura religiosa es aquella de asunto religioso, mediante la cual el autor habla de 
Dios o con Dios; por ej., La Ilíada, Prometeo encadenado de Esquilo, un auto sacramental, del Siglo de Oro español; la poesía mística de San Juan de la Cruz. 
Literatura inspirada sería aquella por la cual, y a través de la obra de un hombre, Dios 
habla al hombre o se comunica con él. Ejemplos para las respectivas religiones: los Vedas de 
la India, el Corán de los mahometanos, la Biblia.
Cuando el texto trasmite, además, alguna enseñanza que el autor no hubiera podido 
conocer por medios puramente humanos, se dice que es revelado. 
De acuerdo con las consideraciones anteriores, la Biblia es literatura religiosa, y 
hebreos y cristianos la consideran su libro sagrado, inspirado por Dios y vehículo de su 
revelación. 
Las características de esta inspiración y su alcance varían según las diversas religiones, 
pero podríamos encontrar una fórmula común para explicarlas y que fuera aceptable por todos: 
el autor inspirado es el instrumento mediante el cual se expresa Dios a través del tema, 
del género y del estilo, que constituyen el aporte del escritor. Tema, género y. estilo 
reflejan sus características personales y.las que son comunes al género que cultiva y a la 
época en que escribe y que, por tanto, varían de un libro a otro. El autor, a veces, es, 
consciente de esa asistencia divina y lo manifiesta: 
"Díjome entonces: 
Hijo del hombre, ve, llégate a la 
casa de Israel y pronúnciales mis palabras…" (Ezequiel, III-4)
 Pero, la mayoría de las veces, es la autoridad religiosa quien define cuáles libros 
son inspirados y cuáles no, basada en la tradición y mediante criterios propios. Según 
esa misma autoridad, la inspiración supone la inerrancia, es decir, la imposibilidad, para el 
escritor, de errar o equivocarse en la trasmisión del mensaje. 

COMPOSICIÓN – CANON 
La diversidad de criterios para atribuir calidad de inspirados a determinados libros y 
negársela a otros, proviene de diferentes concepciones religiosas, incide en la 
composición de la Biblia y en la selección de los textos que la integran. La gran división 
en Antiguo y Nuevo Testamento se origina en esa diferencia. El AT es considerado como libro inspirado por hebreos y cristianos, mientras que el NT lo es solo por los últimos. En este uso bíblico, la palabra testamento significa alianza. 
Antiguo Testamento significa antigua alianza y fue hecha por Yahvé (Dios) con el 
pueblo hebreo en la persona de Abraham y luego explicitada y ratificada por medio de Moisés, y a ella se alude constantemente en la Biblia. La segunda, .la nueva alianza, fue hecha por Dios con toda la humanidad en la persona de Jesús. Cada Testamento comprende los libros relacionados, de alguna manera, con una u otra. 
Aparte de esta doble agrupación de libros, el concepto de inspiración genera otras 
divisiones, siendo la principal la que los separa según cánones distintos (canon quiere 
decir vara de medir o regla). Metafóricamente, y aplicado a la Biblia, designa el conjunto de 
libros que se consideran inspirados. 
Para el AT existen los cánones llamados de Jerusalem o jerosolimitano y de 
Alejandría, denominados también primero y segundo canon respectivamente y, a partir de 
1566, libros protocanónicos (del primer canon) y deuterocanónicos (del segundo canon) a 
los comprendidos en cada grupo. 
Si bien los hebreos tenían su centro cultural y religioso en Jerusalem, Alejandría era el 
núcleo que agrupaba, habitual o transitoriamente, a la mayor colonia judía de la diáspora2
 es decir, a los que vivían fuera del territorio nacional. Solo en el Templo de Jerusalem, a donde debían ir anualmente, en peregrinación, los israelitas piadosos, se ofrecían sacrificios y se realizaba el culto en todo su esplendor. La vida religiosa cotidiana se mantenía en torno a las sinagogas que eran centros de estudio y de oración, donde se conservaba, en regiones de influencia helenística, la lengua hebrea en la lectura de los textos bíblicos y en la plegaria. 
Llegó, sin embargo, un momento en que las nuevas generaciones de la diáspora ya no estaban capacitadas para comprender la lengua sagrada y; entonces, se procedió a la traducción de los Libros santos al griego. A esta versión se la llama Alejandrina, Septuaginta o de los Setenta.
La ciencia moderna considera que la Septuaginta utilizó traducciones fragmentarias 
anteriores, y que el orden seguido fue el siguiente: primero, traducción de la Ley, la parte más usada en el culto, hecha con mayor cuidado y perfección; segundo, traducción de los Profetas, que le seguía en importancia, hecha con menos exactitud; y por último, versión de los otros libros. 
Los judíos poseían, entonces, dos versiones de la Biblia: una en hebreo y otra en 
griego, siendo utilizada esta última no solo en el extranjero; sino en la misma Jerusalem, 
en las sinagogas reservadas a los hebreos no palestinenses. Ambas versiones difieren 
en el número de libros que comprenden, en el ordenamiento de los mismos y en su 
clasificación; estas divergencias provienen, como ya se ha dicho, del concepto de 
inspiración.
No hay que pensar, cuando se habla de fijación del canon, en una serie de 
condiciones establecidas a priori y a las cuales debe ceñirse un autor para que su obra 
se considere inspirada. El proceso es a la inversa: la tradición religiosa, que distingue un 
libro como sagrado, y el uso del mismo desde antiguo en la predicación y en la liturgia, 
afirman su calidad de inspirado. Luego, tardíamente, en época de dudas y de 
controversias, la autoridad religiosa, tras un serio examen de acuerdo con sus propios y 
especiales criterios, elabora la lista definitiva, basándose en el doble testimonio 
tradicional y litúrgico. Tal lo sucedido en el Sínodo de Jamnia (90-100 d.C.) donde los judíos 
fijaron el canon de libros sagrados de Israel, y en el Concilio de Trento (s. XVI d.C.) donde la 
Iglesia Católica fijó el suyo, usando para el AT la lista de libros aceptados por los judíos de 
Alejandría. 

CANON HEBREO 
Comprende veinticuatro libros clasificados en tres series: Torah (Ley), Nebiim (Profetas) y 
Ketubiim (los otros escritos). El número de veinticuatro es artificioso, pues para obtenerlo se 
agrupan varios libros en uno, lográndose así esa cantidad que corresponde a la de letras en el 
alfabeto hebreo. En las versiones modernas, que distinguen cada libro por su nombre, este 
canon aparece compuesto por treinta y nueve libros. Su ordenamiento es supuestamente 
cronológico, sin rigor excesivo; así, el Libro de Rut se colocaba como apéndice del Libro de 
los Jueces pues la anécdota que narra se ubica en la época de estos últimos. 
La clasificación en Torah, Nebiim y Ketubiim señala una diferencia en importancia, en 
veneración y, tal vez en fecha de incorporación al Libro Santo. La Torah, que comprende el 
Pentateuco fue considerada siempre como la parte sagrada por excelencia y, seguramente, fue la más copiada y, la mejor conservada. Su lectura total se realiza durante el año litúrgico 
hebreo. Desde la época de Moisés y por orden de este, parte de la Torah, si no toda, se 
guardaba junto al arca de la alianza, símbolos ambos del pacto de Dios con su pueblo. Otros 
momentos de la historia judía señalan la renovación o reiteración de esa importancia: en el año 621 a.C., bajo el reinado de Josías, en época de restauración religiosa, se encontró una 
antigua copia de la Ley (se ignora si fue todo el Pentateuco o solo el Deuteronomio (palabra 
griega que significa segunda ley) lo que dio ocasión a festividades especiales, a nuevas copias 
y a una ratificación de su valor en la vida del pueblo. El otro hecho es posterior al destierro y habría acontecido cuando Esdras dirigía la reforma religiosa: según diversas tradiciones de 
variable credibilidad, un consejo o asamblea de sabios presidida por Esdras, o este solo, habría seleccionado, ordenado y clasificado según su importancia y en la forma que han llegado hasta nosotros, todos los libros sagrados. El Sínodo de Jamnia habría revisado, ratificado y completado este canon primitivo, hasta dejado definitivamente clausurado en el siglo II d.C. 
CANON ALEJANDRINO.
Basado probablemente en la selección de Esdras –aunque con variantes en el contenido 
textual– incluyó otros siete libros rechazados posteriormente en el Sínodo de Jamnia como 
apócrifos (en elsentido bíblico significa no sagrado, no inspirado). Dichos libros no se 
conocen sino a través de la versión griega que pudo ser la original pero que, en algún 
caso, fue traducción de un texto hebreo o arameo perdido. Esto influyó, probablemente, 
para su exclusión del canon hebreo. 
El canon alejandrino ordena los libros según su asunto, y los clasifica en Ley, libros 
históricos, libros proféticos, y libros didácticos, sapienciales o poéticos. 
Si tenemos en cuenta ambos cánones, el AT comprende cuarenta y seis libros: los 
treinta y nueve del canon hebreo y los siete que agrega el alejandrino. 
La aparición de Jesús y la vinculación de su doctrina con el AT, incorporaron a la 
Biblia otros veintisiete libros, que forman el Nuevo Testamento. Siguiendo el mismo criterio 
de clasificación del AT, podemos señalar en este libros históricos, proféticos y sapienciales o didácticos.
Al producirse la escisión religiosa que divide a los cristianos en católicos y 
protestantes, cada grupo adoptó un canon distinto para el AT: los protestantes el 
jerosolimitano, y los católicos el alejandrino. De ahí proviene la diferencia más notable de las 
versiones hebreas, católicas y protestantes: 
• los hebreos aceptan solo el AT y, de este, los treinta y nueve libros cuyo origen hebreo está 
probado; 
• los protestantes aceptan esos treinta y nueve libros más los veintisiete del NT; 
• los católicos y ortodoxos admiten, además, los siete libros incluidos en el AT de acuerdo al 
canon alejandrino y rechazados por los hebreos. 
Para los dos primeros grupos, los libros que se añaden son espurios, apócrifos. 
Para los católicos, son apócrifos otros libros de temas semejantes a los bíblicos (como el 
Evangelio de los Hebreos, el Evangelio de los Doce apóstoles, el Evangelio de los Egipcios, el 
Evangelio de Tomás, etc.) que juzgan como no inspirados y, en muchos casos, plagados de 
errores, heréticos y, generalmente, tardíos, es decir, muy posteriores a los hechos que narran. 
 (Tomado y adaptado de: María del Socorro Argenzio, Literatura bíblica) 

1.En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
2.La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas.
3.Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz.
4.Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad;
5.y llamó Dios a la luz «día», y a la oscuridad la llamó «noche». Y atardeció y amaneció: día primero.
6.Dijo Dios: «Haya un firmamento por en medio de las aguas, que las aparte unas de otras.»
7.E hizo Dios el firmamento; y apartó las aguas de por debajo del firmamento, de las aguas de por encima del firmamento. Y así fue.
8.Y llamó Dios al firmamento «cielos». Y atardeció y amaneció: día segundo.
9.Dijo Dios: «Acumúlense las aguas de por debajo del firmamento en un solo conjunto, y déjese ver lo seco»; y así fue.
10.Y llamó Dios a lo seco «tierra», y al conjunto de las aguas lo llamó «mares»; y vio Dios que estaba bien.
11.Dijo Dios: «Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semillas y árboles frutales que den fruto, de su especie, con su semilla dentro, sobre la tierra.» Y así fue.
12.La tierra produjo vegetación: hierbas que dan semilla, por sus especies, y árboles que dan fruto con la semilla dentro, por sus especies; y vio Dios que estaban bien.
13.Y atardeció y amaneció: día tercero.
14.Dijo Dios: «Haya luceros en el firmamento celeste, para apartar el día de la noche, y valgan de señales para solemnidades, días y años;
15.y valgan de luceros en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra.» Y así fue.
16.Hizo Dios los dos luceros mayores; el lucero grande para el dominio del día, y el lucero pequeño para el dominio de la noche, y las estrellas;
17.y púsolos Dios en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra,
18.y para dominar en el día y en la noche, y para apartar la luz de la oscuridad; y vio Dios que estaba bien.
19.Y atardeció y amaneció: día cuarto.
20.Dijo Dios: «Bullan las aguas de animales vivientes, y aves revoloteen sobre la tierra contra el firmamento celeste.»
21.Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo animal viviente, los que serpean, de los que bullen las aguas por sus especies, y todas las aves aladas por sus especies; y vio Dios que estaba bien;
22.y bendíjolos Dios diciendo: «sed fecundos y multiplicaos, y henchid las aguas en los mares, y las aves crezcan en la tierra.»
23.Y atardeció y amaneció: día quinto.
24.Dijo Dios: «Produzca la tierra animales vivientes de cada especie: bestias, sierpes y alimañas terrestres de cada especie.» Y así fue.
25.Hizo Dios las alimañas terrestres de cada especie, y las bestias de cada especie, y toda sierpe del suelo de cada especie: y vio Dios que estaba bien.
26.Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra.
27.Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó.
28.Y bendíjolos Dios, y díjoles Dios: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra.»
29.Dijo Dios: «Ved que os he dado toda hierba de semilla que existe sobre la faz de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla; para vosotros será de alimento.
30.Y a todo animal terrestre, y a toda ave de los cielos y a toda sierpe de sobre la tierra, animada de vida, toda la hierba verde les doy de alimento.» Y así fue.
31.Vio Dios cuánto había hecho, y todo estaba muy bien. Y atardecíó y amaneció: día sexto.
1.Concluyéronse, pues, los cielos y la tierra y todo su aparato,
2.y dio por concluida Dios en el séptimo día la labor que había hecho, y cesó en el día séptimo de toda la labor que hiciera.
3.Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó; porque en él cesó Dios de toda la obra creadora que Dios había hecho.
4.Esos fueron los orígenes de los cielos y la tierra, cuando fueron creados. El día en que hizo Yahveh Dios la tierra y los cielos,
5.no había aún en la tierra arbusto alguno del campo, y ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues Yahveh Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que labrara el suelo.
6.Pero un manantial brotaba de la tierra, y regaba toda la superficie del suelo.
7.Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente.
8.Luego plantó Yahveh Dios un jardín en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había formado.
9.Yahveh Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer, y en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal.
10.De Edén salía un río que regaba el jardín, y desde allí se repartía en cuatro brazos.
11.El uno se llama Pisón: es el que rodea todo el país de Javilá, donde hay oro.
12.El oro de aquel país es fino. Allí se encuentra el bedelio y el ónice.
13.El segundo río se llama Guijón: es el que rodea el país de Kus.
14.El tercer río se llama Tigris: es el que corre al oriente de Asur. Y el cuarto río es el Eufrates.
15.Tomó, pues, Yahveh Dios al hombre y le dejó en al jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase.
16.Y Dios impuso al hombre este mandamiento: «De cualquier árbol del jardín puedes comer,
17.mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio.»
18.Dijo luego Yahveh Dios: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada.»
19.Y Yahveh Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera.
20.El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo, mas para el hombre no encontró una ayuda adecuada.
21.Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne.
22.De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre.
23.Entonces éste exclamó: «Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada.»
24.Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne.
25.Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro.
1.La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahveh Dios había hecho. Y dijo a la mujer: «¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?»
2.Respondió la mujer a la serpiente: «Podemos comer del fruto de los árboles del jardín.
3.Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte.»
4.Replicó la serpiente a la mujer: «De ninguna manera moriréis.
5.Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.»
6.Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió.
7.Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores.
8.Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahveh Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahveh Dios por entre los árboles del jardín.
9.Yahveh Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?»
10.Este contestó: «Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí.»
11.El replicó: «¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?»
12.Dijo el hombre: «La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí.»
13.Dijo, pues, Yahveh Dios a la mujer: «¿Por qué lo has hecho?» Y contestó la mujer: «La serpiente me sedujo, y comí.»
14.Entonces Yahveh Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo. Sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás todos los días de tu vida.
15.Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar.»
16.A la mujer le dijo: «Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará.
17.Al hombre le dijo: «Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento todos los días de tu vida.
18.Espinas y abrojos te producirá, y comerás la hierba del campo.
19.Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás.»
20.El hombre llamó a su mujer «Eva», por ser ella la madre de todos los vivientes.
21.Yahveh Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas de piel y los vistió.
22.Y dijo Yahveh Dios: «¡He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal! Ahora, pues, cuidado, no alargue su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de él viva para siempre.»
23.Y le echó Yahveh Dios del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde habiá sido tomado.
24.Y habiendo expulsado al hombre, puso delante del jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida.