Al terminar de analizar "Lazarillo de Tormes" (Anónimo) y, pensando en la vigencia del o los mensajes que podemos encontrar en la novela así como en la motivación de la creatividad de los alumnos,propusimos producir una historia cuyo hilo conductor fuera Lazarillo en Montevideo y en la actualidad.
Camila
Gonzales/Una más.
Primera
Sesión
-Psicóloga: Hola.
-Yo: Hola, ¿Todo bien?
-Psicóloga: Todo bien…¿Y vos?
-Yo: Bien por suerte…
-Psicóloga: ¡Pasa! ¡Sentate!
-Yo: Pa
gracias, la verdad que me duelen las gambas de una manera.
-Psicóloga:
Jaja,
dale tranquila.
Y
bueno entonces, no quiero ir muy directo al grano, pero para empezar
esta terapia, sabiendo que según el tiempo que nos tome es el tiempo
que dispone el siguiente en el día y contando con que tenemos poco
tiempo y no quiero desperdiciarlo, va a ser mejor que me vayas
haciendo un pequeño resumen de lo que es tu vida, tu familia, tu
entorno y tus sentimientos. No quiero incomodarte al apurarte pero
se entiende.
-Yo:
Nescance
boluda. Bueno voy a tratar de hacerlo corto, pero no prometo nada.
¿Arranco?
-Psicóloga:
Si
si, dale sin miedo.
-Yo:
Pa
empezar me llamo Camila Gonzales, un nombre bien común ¿Viste?
.Pero lo que no es común es mi sobrenombre, me dicen Alce. Es algo
particular ese apodo, por suerte me lo dicen todos, hasta mi viejo me
lo decia, maginate. Mi vieja no, mi vieja me dice Adán, es tremenda
religiosa. Un día intento explicarme el porqué del apodo, pero ni
idea, algo así como que el pibe este se dejó llevar por la Eva y lo
re engatuso al guacho, algo así como me pasa a mí con todo, con la
diferencia que lo del pibe este debe de haber sido una trillonada de
años parta y justo a mí me pasa lo mismo!
Ella
es venida de Italia, otros altos creyentes, pero que le voy a hacer
son familia. Bueno mi vieja se vino de joven para acá, pero eso no
hizo que cambiara mucho, y mi viejo con los padres que tiene, ni te
digo, mejor ser huérfano. Bue yo no puedo hablar porque tube padres
pero pareciera que no, todo esto porque ellos nunca me buscaron. Al
principio me hacían creer que por error de la cigüeña yo termine
con ellos, pero a lo largo del tiempo me di cuenta que era más por
la guita que les molestaba que por otra cosa, onda ellos siempre
fueron pobres, pero no porque no trabajaran sino porque los trabajos
de los dos corte que no ganaban nada y siempre pa fin de mes mi vieja
juntaba las monedas que quedaban para la leche, eso sí que estaba
jodido y la cosa se puso peor cuando llegue yo “por accidente”,
ahí sí que ya era mitad de mes y arrancaba a contar monedas.
Hay
que reconocer que nunca me falto nada, pero nada de nada, si claro
como todo pibe no me pudieron dar todos los gustos que quise y a
mediad de los años el trabajo les fue viniendo mejor y más o menos
ahí se estabilizaron las cosas. Pero eso no quiere decir que a nivel
de relación haya sido mejor, ¡ojala! El tema era que con todo lo
que habían pasado mis viejos sin saber a quién echarle le culpa de
mi vida, claramente sabiendo de que la única culpa la tenían ellos,
prefirieron echarme la culpa a mí y quemarse conmigo. Ahora yo
siempre le tuve una pregunta a mi vieja, ¿Dónde joraca estaba dios,
Jesús, el espíritu santo y todos los santos a los que les reza
cuando ella estuvo mal? Si hay algo que me quema es eso, que bronca
Bo, a parte es… tatata no voy a seguir dándome manija que ya se la
da sola.
Bueno
como podes ver no tengo una muy buena relación con mis viejos, y eso
hace que todo se me haga cuesta arriba desde gurisa, tipo quería
jugar en la calle y por decir lo contrario no me dejaban, quería tal
cosa, no me la permitían. Me acuerdo que un día de vacaciones
(tenía trece años, y ni sabía lo que era vivir) discutí con mi
madre como de costumbre, porque no me dejada de atomizar, todo el
tiempo me pedía que le hiciera cosas, que para peor me fastidiaban
hacerlas. Y después de haber sido la primera vez que discutíamos y
no me venía con un sermón de antemano (algo que note raro porque
ella, desde que comprendí lo que era un rezongo se encargó de
lijarme los tímpanos después de cada macana que me nadaba o
directamente porque tenía ganas de atomizar) logre darme cuenta de
que no era tan malo que me privara hacer algunas cosas. Porque cuando
crecí me di cuenta que en ese momento me estaba apurando a hacer
cosas que me llevaban más tiempo o tener más independencia y por
eso es que le agradezco.
Bueno
mi infancia fue muy sencilla, nada fuera de lo normal y mi
adolescencia complicada como la de cualquier pibe, donde pensas que
el mundo está en contra de voz y tenes la idea de que todo el
universo se pone en complot para tirarte pierdas todo el tiempo,
remontándome a ese momento se podría decir que fue casi el fin del
mundo hasta que el veintisiete de Julio de Dos mil nueve comprobé
que podían haber cosas peores que tu madre no te dejara salir a
bailar, cuando mi viejo no volvió.
-Psicóloga:
Perdón que te interrumpa pero ya estamos pasadas de tiempo. Con
respecto al tema voy a analizar bien todo lo que me dijiste, con los
apuntes q estuve tomando y quiero que pienses para la sesión que
viene ¿Qué cosas le vez de positivo a todo esto que te paso y que
cosas le vez de negativo? Con esto que me contaste me puedo ir
haciendo una idea.
-Yo: Pa, va a estar difícil, pero trato.
-Psicóloga: Bueno un gusto Camila.
-Yo: Un gusto…¿ Graciela?
-Psicóloga: Si Graciela. Hasta luego.
-Yo: Nos vemo.
Segunda
Sesión
-Yo: Hola, ¿Todo
tranqui?
-Psicóloga: Bien ¿Y tú?
-Yo: Bien por suerte, lindo día ¿No?
-Psicóloga:
Si
la verdad que esta precioso.
-Yo:
Bueno ¿Cómo hacemos? Hoy vine re copada.
-Psicóloga: Si ya veo, si queres podemos retomar lo que
vos estabas planteando la sesión pasada, con el tema de tu papá.
-Yo: ¡A si, dale! Tenes anotado, o más o menos ¿Te
acordas por dónde quedamos?, porque yo ni idea.
-Psicóloga: Recuerdo que nombraste una fecha y que en
base a esa fecha ibas a hablar sobre sucedido, mencionando que tu
padre no volvió.
-Yo: Ahhh, ya me acorde, ¡Dale que voy! Bueno como ya
dije antes, ese día mi padre no volvió y ni con todas las
posibilidades que podían haber al menos que fuese Jesús o algo por
el estilo, iba a volver porque había muerto. Algún hijo de p*,
perdón la expresión, pero alguien sin vida se le dio por salir a la
calle a tirotear pa hacerse el malo y justo una de esas balas
perdidas le dio en la cabeza y lo noco. Algo tan estúpido que hasta
hoy sigo pensando ¿Porque no me paso a mí?, pero doy fe, de que me
caiga acá o en la China que la persona menos merecedora de la muerte
no buscada hubiese sido mi padre.
Ves que ya me pongo como mi madre y empiezo a tirar
bolazos. Bueno sigo. Después de ese día me di cuenta de que
cualquier bobada que se me pasara por la cabeza no podía ser peor
que aquel día, ese veintisiete que me quedo grabado a fuego más o
menos en el que un cualquiera se robó la vida de mi padre como la
mitad de mi mundo. Por meses mi vieja me repitió ¨uno nunca sabe lo
que tiene hasta q lo pierde¨ y que razón tenía. En su momento con
la impotencia, angustia, furia y todas las situaciones negativas en
las que puede estar una persona, no me di cuenta ni le di bola, yo lo
único que quería en ese momento era tener a mi padre conmigo y no
podía.
Y ya sé que hace una sesión te dije que ellos me
odiaban, pero ya por el hecho de ser familia corte que misma sangre y
todo eso ya como que los queres, pero onda con mi vieja no era tanta
la relación, pero con mi viejo era tremenda, fuera de joda que sí.
Y yo creo que fue en ese momento donde la necesidad me
hizo estar más pegada a mi vieja y a partir de ahí, como
necesitábamos una de la otra para mantenernos en pie si o si nos
estuvimos más unidas que nunca. Siempre partiendo como base que
nuestra relación siempre fue cero.
Posta que es algo que todavía no puedo superar en su
totalidad siempre va a quedar una lasca de algo ahí y me va a hacer
acordar.
-Psicóloga: Si obviamente que lleva un proceso de
aceptación y el hecho de acepar tu entorno también, aceptar que la
vida sigue y que esto fue solo un bache, grande, muy grande pero
bueno, vivir con esa pérdida es lo único que te queda.
-Yo: ¿Ya andamos en la hora no?
-Psicóloga: Si, seguimos la sesión que viene
-Yo: Bueno dale. Nos vemos.
-Psicóloga: Bueno nos vemos pronto.
Tercera
Sesión
-Yo: Hola, ¿Todo
traqnuilo?
-Psicóloga: Ahí
llevándola, con calor.
-Yo: Si hace abundante
calor
-Psicóloga: Si, la
verdad que sí. Lo bueno es que hoy disponemos de un rato más para
la sesión porque el muchacho que iba después de ti cancelo.
-Yo: Ah gozado
entonces.
-Psicóloga: Si. No sé
si ya queres arrancar así terminamos con el resumen, no tan
resumen.
-Yo:
Bueno nada después el tiempo pasó y ya no me afectaba tanto y así
la fuimos llevando, pero el problema fue que en el correr del tiempo,
al retomar las clases me fui haciendo amistades con diferentes
personas que capaz en un momento de bienestar no las hubiese elegido
como tal. Pero en un momento así cualquier persona que me consolara
servía. El tema fue que por dejarme llevar por la confianza y la
plenitud en esas personas y al no haberme dado cuenta de que del otro
lado no iba a venir lo mismo, ni parecido aposte mi máximo en ellas.
Eso me sirvió para darme cuenta de que la confianza se gana con
tiempo onda que estos pibes que yo consideraba como mis amigos solo
pueden ser compañeros. Que quede claro que no fue una tanda de gente
que cayo, no, fue a lo largo de los años y creo que por la necesidad
de cubrir el afecto que me faltaba, pero después el daño emocional
fue peor.
-Psicóloga: Bueno con
esto puedo ver que tenes muchas cosas ya vistas por vos misma y que
de un principio pensé que haría falta nombrártelas.
Creo que hay que dejar
la sesión por acá por el día de hoy para que me des un tiempo de
pensar acerca de estas cosas y bueno sacar conclusiones para ayudarte
-Yo: Yo lo único que
necesito es que me escuchen.
Belén Inzaurralde 4to A
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La
vida de Román del Cerro
Cristian
Moreno
(“Lazarillo
de Montevideo”)
Me
dicen ‘’el pelado’’, pero mi nombre es Román. Vengo del
Cerro, ciudad de Montevideo. Un ambiente muy frecuentado por el
carnaval y el fútbol, mis dos pasiones. La historia de mi vida
comienza cuando mis viejos, muy queridos por algunos y odiados por la
mayoría, deciden tener un hijo para continuar su legado y solventar
sus carencias. De manera que, mi padre Yonathan Santos y mi vieja,
Clementina Domínguez, juntos decidieron que (apenas tuviese la edad
suficiente para solventarme) estaría condenado a trabajar para
mantener la familia a flote junto con mis otros hermanos que de a
poco se fueron incorporando a la familia. Todo estaba muy planeado
por mis padres; llegaríamos justo a todos los fines de mes y cuando
no, bueno, tendríamos que recortar gastos (aunque a nadie le
gustaba). Nuestro ranchito no era el mejor de la villa del Cerro,
pero soportaba los vientos fuertes que se sienten estando en la
altura. De vez en cuando se volaba alguna chapa pero allá iba el
viejo a tapar el agujero con un cartón o lo que más encontrara a
mano. Por allá en el año 2004, cuando yo tenía 7 añitos y mi
hermano Brahian 6, mi vieja esperaba a su hija, nuestra hermanita. Ya
llevaba 8 meses de embarazo y la queríamos ver, nuestros padres ya
habían decidido el nombre; Yuliana. Aunque fue un mes antes de lo
esperado, nuestra deseada hermana apareció. Un tanto extraño, dado
que nosotros éramos de piel blanca y ella salió morena. No recuerdo
mucho que sucedió después, pero hubo una pelea entre mis padres.
Concluyó en una separación. Logré escuchar algo entre su alargada
pelea y pues, mi madre volvía más tarde de lo debido del trabajo.
Ella nos decía que ‘’se quedaba a hacer horas extra’’,
porque decía que nosotros dábamos mucho trabajo de chicos y se
precisaba un buen sustento. Bueno, se ve que no era tan así.
Después
de la separación de mis viejos, mi madre no podría hacerse cargo de
todos y yo me fui a vivir con mi padre para Casavalle. Allí vivía
un amigo de su infancia y cómplice en muchas de sus fechorías. Mis
hermanos, Yuliana y Brahian, se quedaron viviendo en el ranchito de
siempre con mí vieja.
Con
mi padre tuve que trabajar mucho. Necesitábamos tener la casa más o
menos habitable, su amigo no era muy pulcro que digamos. En su casa
teníamos que dormir juntos con mi padre en un colchón pulgoso que
le sobraba. Bueno, era eso o dormir en la calle, de última no lo
veíamos de tan mala forma aquél colchón deshecho.
De
alguna manera había que sustentarse y mi padre fue a trabajar con el
amigo. Nunca supe que hacían para ganarse el pan de todos los días,
pero seguramente no era nada agradable; evidentemente a alguien no le
gustó lo que hacían.
Era
una noche estrellada sin nubes cuando ya nos habíamos ido a dormir y
en medio de un pesado sueño me despierto. No había nadie. Ni Germán
(el amigo de mi padre), ni mi viejo. Entonces me entré a preguntar
dónde estarían… Y por qué no avisaron si se iban.
- ¿Papá?
¡PAPA!
Grité
lo más que pude, nadie me respondía. Era un hecho; estaba
totalmente solo.
Asustado
me metí en la sábana cuarteada de aquél colchón de vuelta, sin
poderme dormir y asustado. Pensé que podrían estar en el fondo de
la casa. Pero, en ese instante, fue cuando de un estruendo se abrió
la puerta y apareció Germán.
Tenía
un tajo bastante manchado con sangre en la pierna. Y un vidrio
clavado. Un pedazo de vidrio de una botella. Me acordé de los
vidrios que tenía clavados en su pared el vecino de en frente, para
que nadie entrase a su casa.
Se
dispuso a sacarlo y con un pedazo de tela que en el desorden de
aquella casa había tirado, se hizo un torniquete.
-¿Qué
te pasó? ¿Dónde está papá?- Fue lo único que me salió en el
momento
Se
quedó mudó, se tiró en el colchón retorciéndose del dolor. Fue
cuando la impotencia por saber que había pasado me ganó y me dirige
hacia la puerta.
-¡NO!-
Exclamó Germán intentando agravar su voz.
Entonces
miré por la ventana, vi corriendo a mí padre en la vereda del otro
lado de la calle, pero algo lo detuvo; no pudo continuar corriendo.
Luego de un gran y ensordecedor ruido, cayó repentinamente. Era el
vecino de al lado con un rifle de alto calibre. Le había dado en la
pierna. Se me caían las lágrimas, no podía más, iba a salir,
cuando Germán me detuvo. Me tiró para atrás y se metió en medio
de la puerta para que no saliera. En eso cayeron los milicos. Vieron
a mi padre malherido y llamaron a los médicos. Sin embargo, esa
noche nos dieron la noticia de que allí feneció, no lo pudieron
salvar.
Después
de aquella noche, no tenía a donde ir y me quedé allí viviendo con
Germán.
Al
igual que mis padres, estudios no tenía, entonces tendría que
dedicarme a algo más.
Germán,
con el pasar de los años me fue instruyendo sobre todas sus tácticas
y engaños para salirme con la mía cuando quiera.
A
pesar de todo, íbamos a misa los domingos. Éramos muy creyentes;
creíamos que a cualquier ingenuo que se paseara le podríamos timar
en su cara. Tratábamos de robarle a los viejitos que nada tenían
que perder. Bueno; así nos iba, recibimos algún que otro carterazo
de las viejas y al final nos terminaron echando de la puerta de esa
iglesia gracias a nuestra mediocridad. Pensamos que si hacíamos algo
de ahora en adelante, lo tendríamos que pensar. Fue cuando se nos
ocurrió una idea. A partir de ese momento, cada vez que quisiéramos
obtener algo de dinero para nuestros gastos, nos iríamos a echar
suertes a la Ciudad Vieja. Siempre hay un montón de viajeros
extranjeros los cuales están esperando a ser recibidos por “buena
mano”. Para eso estábamos nosotros. Nos quedaría un poco lejos,
pero la ganancia sería distinta; era una buena idea. Nos fuimos
adentrando en ese ámbito, de enfrentarnos cara a cara con
extranjeros. Nuestro primer trabajo consistió en el viejo truco del
anillo. Cuando vimos que se acercaba el ómnibus de turistas que
pasea por todo Montevideo y específicamente se detendría para que
éstos salieran a recorrer la Ciudad Vieja, aprovechamos. Tiramos un
anillo en el suelo que aparentaba ser de oro. Pasaron los turistas
cerca del mismo y Germán lo recogió.
-¿Es
suyo señora?
-Mmm…
no, pues no es mío, pero es muy bonito- Arremetió una señora de
unos 40 años con acento gallego
-Parece
que es de oro. ¿Quiere comprarlo? Ando precisando dinero
-¿Cómo
dice?- Extrañada exclamó la señora
-Se
lo dejo a $500, ¿qué me dice?
En
eso me acerco yo y digo:
-Pues
yo le ofrezco $700 por su anillo, señor, ando precisando un regalo
para mi novia
Entonces
es cuando hizo el efecto nuestra jugada.
-En
ese caso yo le ofreceré $1000 por su anillo.- Dijo ya muy segura de
sí misma la señora.
Y
así es como marchó nuestra primera estafa. Vendimos un anillo de
plástico a mil pesos.
Pero
como todo da vueltas en la vida, así terminó Germán. Lo mandaron
en cana 10 años por repetitivas estafas en el mismo lugar, hicimos
mal en eso. Ya la gente se estaba dando cuenta de lo que hacíamos. A
mí por suerte no me pasó nada, lo agarraron a él solo por ser el
que careteaba.
Me
tenía que dedicar a otra cosa, ya no podría volver a hacer la misma
estafa en el mismo lugar, sería muy estúpido de mi parte. Entonces,
en la época de necesidad fue cuando un tipo que observaba toda
nuestra jugada de los anillos me lo encontré caminando. Estaba
sentado en un escalón, en la puerta de un edificio de allí. Ya lo
había visto un par de veces observando cómo trabajábamos, pero
nunca ayudaba a los transeúntes, entonces me fíe de él.
-Che,
¿qué le pasó a tu amigo? ¿Terminó en cana?
-Sí
loco, me quiero morir, me estoy quedando sin un mango.- Dije
Charlamos
un rato. Él estaba en la misma, todavía era rengo, no podía salir
a arriesgarse a que le pegaran, no podía huír. Pero sí tenía una
mente brillante para esto.
Propuso
una nueva manera para conseguir la guita que necesitábamos los dos.
Fue
cuando nos pusimos en obra.
El
rengo hacía de sereno cuando por las noches cerraban los comercios.
En especial, lo mandaban cuidar un comercio, un kiosco. El dueño le
daba cada tanto un poco de comida que sobraba y un par de mantas para
que allí se quedase cuidando en las frías noches. Tenía todo
visto, todos los movimientos de ese local. Pero no podía robar ese
lugar porque de una u otra manera lo reconocerían y terminaría
preso, dado que no tenía donde ir. Entonces precisaba un cómplice y
por supuesto, para eso estaba yo.
Encaré
la situación y ya adentro del local y con las instrucciones de mi
socio, agarré el dinero y me fui lo más rápido que pude. Por
supuesto, el loco este me iba a cobrar una comisión por haberme
dicho todo lo que necesitaba. La alarma sonaba. Le entregué la mitad
del dinero al rengo y me fui lo corriendo de allí. Sin embargo, algo
no sentaba bien.
Cuando
llegué a la esquina allí me esperaba una persona. De lo rápido que
iba casi ni noté cuando un palo de madera impactó sobre mi frente y
me hizo caer de golpe. Esa noche recordé a mi padre. Estaba pasando
por la misma situación.
Ahora
el hombre que me había golpeado llamaba al rengo. Me había sacado
una parte de la plata, la otra me la había dejado para que quede en
evidencia ante las autoridades de que había cometido tal delito.
-¡Papá!
Tengo la plata de este boludo, nos vamos
Claro.
Estaba todo planeado, sabían de la existencia de esa plata en el
kiosco padre e hijo, solo que no querían dar la cara ante las
cámaras que vigilaban el local. Quedé yo grabado y allí estaba la
prueba. La alarma seguía sonando y en un santiamén, cuando ya se
había ido el rengo con su hijo, apareció la policía a revisar el
local. Yo con el afán de irme, traté de levantarme e irme trotando,
pero no pude. Me agarraron.
Me
metieron adentro de la patrulla y allí me interrogaron. No pude
defenderme mucho dado mi estado de ceguera por el golpe. En fin, me
terminaron mandando preso, tal como a Germán.
Aquí
en la cárcel ahora reflexiono; desde ese momento de la vida aprendí
que las apariencias engañan y que no hay que fiarse de nada ni
nadie. Tampoco hay que tomar represalias de manera indebida pues,
todo en la vida vuelve. Un viejo dicho dice: “Nunca te vengues,
solo siéntate y espera; aquellos que te hieren, suelen destruirse
ellos… mismos.”
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“Lazarillo
actual” (primer cuento)
Con
este cuento quise adaptar todas las características de "Lazarillo
de Tormes", y en casos, hasta llevarlas hacia el otro extremo
con cosas que se dan mucho actualmente y antes no sucedían tanto.
¿Quién
construye el futuro?
Mi
nombre es Guzmán Antúnez Vega, nací en Montevideo un 16 de julio
del 2000. Soy el tercero de cinco hermanos. Cinco hijos tuvo mi
madre, mi padre no, sólo mi hermano Daniel y yo éramos hijos de
ambos. Mi madre se llamaba Marianela Vega, conocida en todo el barrio
y envidiada por su carisma, mi padre fue José Antúnez. Lo único
que recuerdo es su nombre, ya que cuando murió, yo apenas tenía
cuatro años, y mi madre nunca quiso hablarnos de él.
Nuestra
casa era de las mejores de la zona, no de las más grandes, pero sí
teníamos muchas cosas. Todos dormíamos en colchones, teníamos
baño, no faltaba ropa y hasta había un televisor que mamá había
encontrado en la calle. Se lo llevó pensando venderlo, aunque no
creyó que funcionará, mas cuando lo enchufó estaba puesto el canal
12.
Recuerdo cuando con mamá y todos mis hermanitos tocabamos
timbre en las casas para pedirlas ropa o algo de comer a las
personas. O cuando iba con mis hermanos grandes a pedir moneditas.
Pero
eso tampoco nos duró mucho. Apenas cumplía seis años, estabamos
todos durmiendo, y en eso comenzaron a escucharse gritos, yo estaba
sentado en la cama tapado hasta la cabeza. Mi hermano más grande se
fue a acercar a la puerta para ver qué estaba pasando, pero no le
dio el tiempo para acercarse porque unos hombres tiraron la puerta de
un golpe y entraron desesperadamente buscando a algún adulto. Eran
policías. Y se llevaron a mamá.
Ella
sólo alcanzó a decir "¡No!", "¡Mis hijos!",
"¡Devuelvanme a mis hijos!", entre otros gritos, pero al
final se escuchó su voz, más serena esta vez: "Los amo".
Esa
fue la última vez que vi a mamá. Enseguida llegaron más policías,
ahora por nosotros. Nos metieron a todos en un camión, habían más
niños, vecinos, se estaban llevando a todo el mundo.
Nunca
supe por qué fue, tal vez por algunas cosas robadas pero seguro no
tenían pruebas de nada.
Resulta
que a los niños nos llevaron a un orfanato, tampoco estuve mucho
tiempo allí. Al primero que se llevaron fue a mi hermano más chico,
Mauricio. El día siguiente fui yo. Me adoptó una pareja, un hombre
y una mujer, ella es secretaría y él abogado. Para referirme a
ellos no les quería llamar "papá" y "mamá",
sino que les decía "señor" y "señora".
La
casa era inmensa de grande y habían todo tipo de artefactos lujosos,
un plasma 3D, jacuzzi, el auto brillaba como si nunca hubiera sido
usado...
Tenía un cuarto para mí sólo, el placard lleno de
ropa, y hasta un baño privado.
El primer día que estuve allí
fue un domingo, me hablaron todo el día pero yo apenas respondía
unas preguntas, o asentía o negaba con la cabeza.
Aquella noche
no pude pegar un ojo, me quedé dando vueltas por el cuarto, luego
iba a la sala, volvía al cuarto...
Hasta
que escuché ruido, eran las 7am, entonces me levanté. Ambos estaban
vestidos para el trabajo, apurados. El señor me dijo que hoy no
empezaría la escuela, pero que hoy mismo ya iría a comprar todas
las cosas. Y ella alcanzó a decirme "ya está en camino la
niñera", justo antes de cerrar la puerta de un golpe y que
ambos desaparecieran.
No tuve tiempo a procesar nada, fue todo
muy rápido. Aproximadamente quince minutos después llegó la
niñera. Yo esperaba que tocara la puerta, pero ya tenía
llave.
Entró y se presentó:
-
¡Hola! Así que vos sos el famoso Guzmán, yo me llamo Vicky.
Dijo
dos o tres bobadas más y se puso a mirar la tele en el sillón.
-
Me imagino que ya estás grande para jugar, ¿no querés mirar la
tele? Vamos a prenderla.
Puso el canal que ella quiso y no me
habló más. Me fui al cuarto.
Se
ve que le dio hambre, porque me llamó diciendo que tenía el
desayuno preparado en la mesa. Aquello parecía comida como para
veinte personas. Yo apenas comí dos tostadas y bebí un vaso de
jugo. Pero ella quería probar todo, decía frases como “qué
hambre que tengo”, “¿no querés?”, “mirá que está rico”,
“el desayuno es la comida más importante del día”, y otras como
esas.
Sinceramente
me estaba tentando, porque abría un paquete diciendo “¿qué será
esto?, a ver... lo voy a probar”, y sin embargo se terminaba todo
lo que tocaba. Para el almuerzo la acompañé, sino se iba a comer
todo ella sola (así fue que al cabo de dos semanas había aumentado
ocho kilos). Al terminar de almorzar, ese día, me llevó al shopping
a comprar los útiles escolares: la mochila, la cartuchera y algunos
lápices.
Recién
a las ocho de la noche llegaron mis “padres” a casa.
La
señora - ¿compraron las cosas?
Yo
asentí con la cabeza.
El
señor - ¿Y no sobró plata?
Niñera
– no señor.
Ellos
le pagaron y se fue.
Cenamos
juntos y me dijeron que estuviera listo para mañana, que iría a un
colegio muy bueno y que me despertarían a las seis de la mañana
para desayunar.
Y
así fue, yo estaba nervioso, seguramente no conocería a nadie que
fuera a ese colegio. Extrañamente esa noche pude dormir bien.
Llegamos al colegio 6:50. Era inmenso, estaba todo pintado de blanco,
delante habían unos juegos, hamacas y sube y bajas. Estaba repleto
de niños corriendo y gritando. Mis “padres” me llevaron hasta
adentro, pasamos por la oficina de la directora y ella me llevó
hasta mi clase, parecía simpática. La maestra me presentó frente a
todos mis compañeros y me sentó adelante. No entendía nada de lo
que explicaba. Yo nunca había ido a la escuela, ni siquiera sabía
quién era Artigas como para que me dijera qué batallas había
ganado y cuáles perdido, tampoco sabía lo que era la “clorofila”,
así que menos iba a saber lo que era la fotosíntesis. Y de
matemática ni hablar, antes de que preguntara las tablas, yo debía
aprender a sumar. Me dijo ante todo que si me sentía un poco perdido
alzara la mano y preguntara lo que sea.
En
el recreo los varones jugaban al fútbol y las nenas saltaban la
cuerda. Yo me quedé al lado de la pared comiendo la merienda que me
habían mandado, total, no me gustaba mucho el fútbol, y ningún
niño se acercó a hablarme.
Me
pasó a buscar la niñera, esta vez estuvo más con el celular que
mirando la tele. Y otra vez mis “padres” llegaron a las ocho. Así
era siempre, la misma rutina de verlos un rato antes de dormir, ya
cansados.
Un
día, estando sólo Vicky y yo en casa, mientras miraba la tele en mi
cuarto, escuché un ruido que parecía venir del cuarto de mis
padres. Me acerqué a la puerta (que estaba arrimada), sin hacer
ruido y miré por allí. Era Vicky que se estaba guardando un billete
en el bolsillo y después empezó a revisar el cajón de mi mamá.
Salí rápido y me metí en la cama.
Esperé
a que llegaran las ocho para que Vicky se fuera y poder contar lo que
vi.
Yo
– hoy vi a Vicky revisando sus cosas, y se llevó un billete.
Papá
- ¿cómo se va a robar un billete? No, imposible.
Mamá
– no sería capaz, tal vez es sólo un malentendido, mañana lo
hablamos con ella.
Al
día siguiente Vicky llegó tarde a buscarme al colegio, y la notaba
más rara que lo normal. Iba con la cabeza en alto, con la mirada
fija. Callada, seria.
Hasta
que cuando entramos a la casa comprendí qué era lo que estaa
pasando.
Vicky
– mirá nene, a ver si nos entendemos y si dejás de ser tan
buchón, yo no estaba robando nada, así que dejate de mentir porque
al que le va a ir mal es a vos. Ahora por mentiroso te vas a quedar
toda la semana sin comer, y pobre de vos que l digas algo a tus
padres.
Yo
– pero tengo hambre y yo no mentí
Niñera
– ¡Ah!, ¿no mentiste?, ¿qué viste vos?
Yo
– vi que agarraste un billete
Niñera
- ¡vos no viste nada! - y tenía tanta rabia que me dejó los cinco
dedos marcados en la mejilla izquierda.
Lo
bueno fue que al día siguiente ella ya no volvió.
Así
aprendí que aunque pueda doler, decir la verdad siempre es lo mejor.
Mientras
conseguían una nueva niñera, hicieron venir, contra su voluntad, a
la madre de mi madrastra, a quien yo ni conocía y que no le gustaban
los niños. Se llamaba Elena y se pasaba todo el día hablando y
criticando todo, que el gobierno no servía para nada, que solamente
les importaba hacer plata para ellos y que la plata que le sacaban a
los trabajadores y gente de bien se la terminaban dando a esos pichis
y delincuentes que no querían trabajar. Para Elena todo lo actual
estaba mal, las cosas buenas eran las de antes. Entonces me mandaba a
jugar al jardín después de hacer los deberes en lugar de mirar la
tele porque decía que la tele volvía estúpidos a los niños. Al
principio no sabía qué hacer en el jardín y me sentaba en el pasto
sin hacer nada. Pero después de un rato empecé a observar a unas
hormigas que pasaban en filita cargando hojas, me sorprendió que
fueran tan fuertes y me acordé de las características de los
insectos que la maestra en la escuela había comentado. Desde ese día
me empecé a interesar en cosas de la ciencia y me gustaba más ir al
jardín que mirar tele, también me empezó a ir mejor en las tareas
de la escuela.
Pero
no todo era bueno, ya que algunos compañeros de la escuela que antes
solamente me hablaban para decirme “gordito marica” porque no
sabía jugar al fútbol, ahora que se habían dado cuenta que me iba
muy bien en ciencias, vinieron a pedirme que les hiciera sus tareas.
La primera vez que les hice las tareas pensé que capaz que nos
podíamos hacer amigos, pero después de muchas tareas me di cuenta
que yo no les interesaba, me seguían hablando mal y me amenazaban
con pegarme si le decía a la maestra o a mis padres. Otro compañero
llamado Bruno, al que también molestaban porque le decían que era
burro, se acercó un día y me dijo: la próxima tarea que les hagas
haceles todo mal, que se saquen mala nota esos tarados.
Yo
le respondí que no me animaba porque me iban a pegar.
-
Dejá que yo me encargo de esos si te molestan – me dijo.
Bruno
era grandote y se sabía defender así que le hice caso, y resultó.
Desde ese entonces no me volvieron a molestar y nos hicimos muy
buenos amigos. Porque un amigo verdadero no se aprovecha del otro ni
amenaza, un amigo verdadero está ahí para ayudarnos cuando lo
necesitamos.
Finalmente
terminé mis estudios y a pesar de mi fascinación por la ciencia,
decidí un camino diferente. Me dediqué a estudiar derecho para
ayudar a aquellos que más lo necesitan y trabajo de voluntario en
comedores infantiles y organizaciones que se dedican a ayudar a niños
pobres a salir adelante. A veces mi hija me acompaña y juega con los
otros niños. Su niñez está llena de todo lo que a mi me faltó,
nos tiene a su mamá y a mi siempre con ella, se la ve feliz y
rodeada del cariño que día a día nos brindamos.
“Lazarillo
actual” (segundo cuento)
Con
este cuento quise remarcar las cosas que actualmente siguen
ocurriendo, y las que cambiaron, pero con un enfoque distinto que el
de “Lazarillo de Tormes”. Con la diferencia de que el personaje
principal, en vez de ser hombre, sea mujer.
Los
recuerdos de Amanda
A
pesar de que a cualquiera que conozca mi historia, mi infancia le
parecerá un tanto desafortunada, creo profundamente que gracias a
esos aprendizajes es que hoy soy quien soy. Amanda, empresaria, una
mujer exitosa, con una vida cómoda, un buen trabajo y lo más
importante, con mi propia familia que me llena de afecto y alegrías.
Las
cosas por las que pasé están siempre conmigo, acompañándome para
poder enseñar a mis hijos, a través del cariño, aquello que está
bien y que está mal y las consecuencias de nuestros propios actos.
Si
les contara a ellos de mi infancia tan distinta a la suya...
Pensar
que solamente tenía cinco años cuando ya estaba en la calle
pidiendo monedas para comer, no me quedaba otra opción porque mi
padre había desaparecido luego de que mi madre tuviera a mi
hermanito y al quedarse sin trabajo le ofrecieron un empleo en otro
país para poder mantener a la familia. Los primeros meses recibimos
dinero y todo iba bien, pero un día el sobre con el dinero dejó de
llegar de pronto y no tuvimos más noticias. Mamá siempre se
preocupó por mi hermano y por mi, pero faltaba el dinero para comer
y vestirnos y un día me dijo que como no conseguía trabajo
tendríamos que pedir para que no nos echaran de la casa. Así fue
que empecé a tocar el timbre de las casas y pedía unas monedas para
la leche y el pan o alguna cosa para comer.
Pero
un día al volver del recorrido por el barrio mi madre ya no estaba,
la habían llevado al hospital junto a mi hermanito y debía quedarse
allí por un tiempo. Como no podría cuidarme llamó a una prima de
ella que vivía en una ciudad lejana, y así fue que me mudé y todo
cambió.
-
Ahora vas a venir conmigo, vas a ver que la pasaremos muy bien –
había dicho Teresa, la prima de mi madre. Vivía sola pero su casa
era muy desordenada y no era lo que se dice cariñosa.
Llegué
a su casa un viernes y como al día siguiente iban a venir algunos de
sus amigos me pidió que la ayudara a ordenar, me indicaba tareas y
yo cumplía con ellas.
-
Qué bueno que estás acá Amanda, ahora no tendré que estar sola y
encargarme de todo, ya bastante tengo con ir al trabajo y seguir las
órdenes de esos judíos de mierda de la tienda que no hacen más que
llenarse los bolsillos sin mover un dedo.
El
asunto fue que a partir de ese día me tuve que ocupar de la limpieza
y atender a sus amigos que venían a beber y escuchar música, yo
limpiaba y servía lo mejor que podía para que Teresa estuviera
contenta conmigo. Eso durante unas semanas.
Una
noche, mientras estaban sus amigos y yo iba limpiando lo que
ensuciaban, observé un polvo blanco sobre la mesa y pasé el trapo.
Teresa me gritó algo pero no llegué a escucharla a tiempo y limpié
el polvo. Se enojó tanto que me agarró del brazo y me llevó al
armario de su dormitorio y me encerró allí. Así entendí que
aunque lo intentes, nunca vas a poder complacer por completo a los
demás.
Rato
después escuché gente que corría, ruido de sirenas, gritos. Era la
policía que había recibido una denuncia y se había llevado a
Teresa y un par de amigos por vender drogas.
Ahí
fue que me encontré con Sonia, la agente de policía con la que
luego viví después que me encontró en el armario y me llevó con
ella. Era hermana de la jueza de la ciudad y le había arreglado los
papeles para la adopción sin necesidad de que mi madre los firmara
ya que no consiguieron información de dónde vivía.
Sonia
era muy exigente, me llevaba a la escuela todos los días pero no
tenía mucha paciencia y cocinaba horrible. Todo tenía un lugar y un
horario, no podía comer si no había terminado los deberes, no podía
irme a la cama si no había limpiado por completo el plato de comida.
Así una noche que no lograba terminar los deberes y le pedí ayuda,
ella se enojó mucho. Me dijo cómo terminarlos pero me dejó sin
cena porque no había sido capaz de hacerlo por mi misma. Desde ese
día, le mentía con los deberes que no me salían, le decía que
estaban listos y los dejaba sin terminar. Así como con la asquerosa
comida, cuando me daban ganas de vomitar, que la tiraba en el baño
cuando ella no me veía.
Eso
hasta que me descubrió tirando la comida y habló con la maestra que
le contó que no hacía los deberes. La paliza fue grande y entendí
que mentir podía ser muy malo.
Finalmente
Sonia se cansó de mi, yo no era la niña perfecta que ella esperaba.
Habló con su hermana quien consiguió nuevos padres adoptivos.
Carlos y Marta, una pareja que no podía tener hijos y ya habían
adoptado a otra niña.
Carlos
trabajaba de camionero y pasaba muy poco tiempo en la casa. Marta era
muy buena pero también tenía un horario muy extenso en su trabajo y
me pasaba la mayor parte del tiempo con la otra hija adoptada. El
problema era que Carla, que así se llamaba, era fuerte y era la que
mandaba, tenía que hacer lo que ella decía todo el tiempo, si no lo
hacía me tiraba del pelo o me pegaba y tanto Marta como Carlos le
creían siempre a ella porque se hacía la inocente, tiraba cosas al
piso y después les decía que yo las había roto y que habían
adoptado a una niña mala y mentirosa, que ella estaba desde antes y
ya sabían que nunca les mentiría. Pasé un buen tiempo así,
creyendo que los débiles tenían que hacer lo que decían los más
fuertes como Carla.
En
la escuela todos los días se comentaban noticias y un día una
compañera contó que a una niñera la habían llevado presa porque
los padres la filmaron y descubrieron que maltrataba a su bebé. La
maestra comentó que eso pasaba porque ahora no era como antes que
las madres se quedaban a cuidar a sus hijos, que la situación
económica era difícil y que en la mayoría de los casos tenían que
trabajar los dos padres. Por cómo lo decía parecía que la maestra
no estaba de acuerdo que los niños pasaran todo el día con las
niñeras o lejos de las familias.
Ahí
fue cuando se me ocurrió la idea, en la casa no habían cámaras
pero había una grabadora de sonido. Entonces cuando estaba sola con
Carla empecé a grabar lo que ocurría y logré que Marta y Carlos
escucharan la verdad. Claro que a Carla nadie la llevó presa pero
las cosas mejoraron y pude entender por fin que la inteligencia puede
más que la fuerza, así como la verdad más que la mentira.
Y
esa, es solo parte de mi historia...
Allysa Martínez. 4° B