jueves, 2 de marzo de 2017

El Romanticismo hoy


Una de las unidades abordadas en el curso de Cuarto año es Romanticismo. Allí trabajamos "La rosa de pasión"  de Gustavo Adolfo Bécquer.
Una vez estudiadas las características del Movimiento y de haberlas reconocido en la leyenda, propusimos a nuestros alumnos la creación de una "historia romántica" elaborada en equipos de dos alumnos.
Compartimos "Los jueves" de Sasha Gordienko y Belén Inzaurralde (4° año A. Instituto Arnold Gesell. 2016)
Este cuento fue publicado en Curiosidad, revista surgida en el Taller de Periodismo creativo a cargo de Fernanda Muslera en la mencionada institución.

LOS JUEVES
El 27 de Setiembre de aquel año, era un día como cualquier otro. Mientras Amanda estaba terminando con los quehaceres de la casa, algo apurada, sintió el resonante golpeteo de la puerta. En ese instante su cuerpo se paralizó y casi sin poder moverse, fue a abrir. Era ella.
Su mirada penetrante se clavó en Amanda como un millón de flechas. Con su cara arrugada y de desprecio se dirigió a ella con un hola tan filoso como sus uñas encarnadas.
Breta era la madrastra más odiosa que alguien pudiera tener, tan demandante con las tareas de la casa, que ni la misma perfección le era suficiente.
Luego de que acomodó las compras en la cocina, reviso sigilosamente que todo estuviera hecho y en su lugar. Pero como era de esperarse, encontró que la alfombra del perro estaba sin lavar. Su enojo era tan notorio, que no tuvo tiempo de decirle nada al respecto, ya que inmediatamente Amanda salió corriendo con lágrimas en los ojos. Tal era el miedo que le tenía a su madrastra que con solo una mirada la podía hacer llorar.
Cuando salió de la casa, tomó por la calle principal rumbo a la plaza. Aquel lugar le daba mucha paz y tranquilidad. Si bien la plaza no era la más linda del pueblo, ya que estaba llena de construcciones viejas que no estaban en buen estado, para ella era un lugar único. Ya casi sin fuerzas, deseando llegar, el cuerpo de Amanda se chocó contra aquellos arrumbrados y fríos hierros de una bicicleta. Pero justo antes de que callera al suelo, dos corpulentos y esculpidos brazos la sostuvieron. Era Juan, el diariero del barrio.
Cruzaron miradas por un instante, que para ellos pareció durar una eternidad. Los ojos verdes de Juan dejaron completamente hipnotizada a la joven, y su sonrisa torcida la cautivó. Definitivamente era el chico más bonito que ella había visto hasta entonces.
Cuando logró incorporarse, se disculpó por lo torpe que había sido. Y él, tras responder, le preguntó su nombre. Tartamudeando apenas le pudo decir “Amanda”, y sin decir nada más, siguió caminando.
Fue entonces cuando recordó que como había estado llorando, su cara no era la mejor. El hecho de haberse encontrado con Juan, había alegrado su día. Fue tan grande la distracción que por un momento olvidó lo sucedido con su madrastra.
Cuando por fin llegó a destino, aquel destino que había marcado la vida de su madre, ya que un maldito conductor la había atropellado allí hace un par de años, se echó al suelo a llorar de nuevo. Y lloró por todo, por su madre, por la madrastra que le tocó, por lo que había pasado y por lo que le esperaba.
Amanda siempre se preguntó qué sería de su vida si aquel accidente no hubiera pasado. Seguro todo sería distinto.
Ella necesitaba muchísimo a su madre. Su padre pasaba viajando por trabajo, por lo que casi siempre estaba sola o con su despreciable madrastra, que tan mal la trataba.
De vez en cuando se ponía a pensar en esas cosas, aunque creía sin dudas que el futuro de cada uno ya estaba escrito, por lo tanto las muertes eran inevitables.
Luego de quedarse un rato reflexionando, decidió volver a su casa para evitar más problemas de los que ya tenía.
Al momento de entrar, Breta ni le dirigió la mirada. Para su sorpresa, no hizo comentarios de lo sucedido.
Al día siguiente, comenzando de nuevo con su rutina diaria, la joven intentó salir para tirar la basura, pero se encontró con que la puerta estaba trancada, y que la llave no estaba. Era evidente que ese era su castigo.
Se dirigió hacia la cocina y sobre la mesa vió una nota que decía lo siguiente: “Te quedarás encerrada por una semana debido a tu mal comportamiento. Espero que reflexiones sobre tus actos.”
El odio que sentía hacia esa mujer aumentaba cada vez más. Se encargaba de hacerle la vida imposible, y era momento de que la situación se invirtiera.
Lo que Breta más odiaba en el mundo, era que la desobedecieran. Entonces eso fue lo que Amanda hizo.
Dejó todo como estaba, tomó una mochila, guardó lo esencial y saltó por la ventana. No fue difícil realizar aquel salto, pero la caída le resultó un poco dolorosa. En ese momento se vió obligada a decidir su paradero. No sabía a qué lugar ir ya que su madrastra se podría enterar. Por lo que se dirigió hasta la plaza que tanto le gustaba para idear un plan.
Para su suerte, en el camino se encontró nuevamente con Juan, pero ésta vez sin su bicicleta. Cuando él la vio su rostro cambió por completo. Le sonrió y la saludo muy amablemente, y luego comenzaron a hablar. Todo había quedado muy confuso desde la última vez que se habían visto. Ambos tenían claro que algo pasaba entre ellos.
Amanda le contó que se había escapado de su casa y él enseguida le ofreció hospedaje, pero ella no aceptó. Apenas lo conocía y era entendible que lo dijera por cortesía. Luego le propuso encontrarse en la plaza que quedaba cerca al día siguiente, el Jueves, a las cinco de la tarde. Ya que los Jueves tenía día libre y no trabajaba. Aquella misma plaza que era tan especial y que tantos recuerdos le traía a Amanda. Evitando hacer comentarios al respecto, ella asintió levemente con la cabeza. Él siguió su camino, y ella el suyo.
Recordó sus prioridades: encontrar cuanto antes un lugar donde pasar la noche.
Luego de pensar por un largo rato, se acordó que cerca de la plaza vivía una vieja amiga de su infancia, en un departamento. Se había mudado hace poco, ya que estaba en Alemania y  tuvo que regresar por la situación posguerra que estaba viviendo el país. Era un buen lugar para reorganizarse.
Se dirigió hasta su departamento y su amiga la recibió sin ningún problema.
Al día siguiente se despertó algo alterada por la situación en sí que estaba viviendo. Escaparse y esconderse no era muy divertido. Pero por suerte tenía a alguien que la ayudaba.
A la tarde, fue a la plaza a encontrarse con Juan, como habían arreglado. Al principio todo era un tanto incómodo, eran dos desconocidos pero ambos sentían algo. Pasaron toda la tarde hablando, resultó ser que eran muy parecidos, tenían los mismos gustos en casi todo.
Pasaron las horas y oscureció. Se despidieron bajo la luna, que esa noche brillaba más de lo normal, y se fueron, deseando que sea Jueves de nuevo, para volver a verse.
Cuando Amanda volvió al departamento, se encontró con Breta. La situación era muy tensa. Amanda creía que había ido hasta allí para llevarla de nuevo a su casa, pero se equivocaba. Breta había ido hasta allí para comunicarle justamente que no volviera. Había tomado esa decisión por ella y por su padre, ya que el mismo estaba de viaje. Simplemente le dijo que ya que había sido tan valiente de escaparse, ahora tendría que hacerse cargo de sí misma. Y se marchó.
A Amanda no le molestó en absoluto la medida que tomó su madrastra, aunque iba a tener que ver cómo mantenerse.
Pasaban los días y Amanda seguía haciendo la rutina de limpieza, que ya tenía incorporada, en el pequeño departamento de su amiga, para por lo menos ayudarla en algo.
Cuando por fin llegó el Jueves, Amanda y Juan se volvieron a encontrar. Ya no se sentían incómodos, por el contrario, habían generado una confianza inexplicablemente hermosa. Podían hablar de sus problemas, de sus miedos, de lo que quisieran.
Y así pasaron las semanas. Cada Jueves se veían. Ya tenían claro que lo que sentían era amor. Y comenzaron una especie de noviazgo.
Siguieron así hasta cierto día en el que la amiga de Amanda, le informó que ya no podía quedarse en el departamento. No era porque no la quisiera hospedar, sino que no tenía los medios para mantener a ambas. Y la echó.
Amanda estaba devastada, ya no tenía el apoyo de nadie, excepto el de Juan. Llorando se llevó sus cosas y se fue corriendo hacia la plaza, con la lluvia cayendo sobre sus hombros.
Entre sus las lágrimas que hacían borrosa su vista, la frustración que sentía, y la lluvia, no fue capaz de ver que frente a ella venía a toda velocidad un auto, que se la llevó puesta, quitándole así la vida. Justo como había sucedido con su madre.

Todos los Jueves se ve a Juan esperando junto a su bicicleta en la plaza, a su amada Amanda, que nunca llegó.

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