LA ILÍADA: DIOSES Y HOMBRES
La
Ilíada se inicia con el ya emblemático “Canta, oh diosa…”. El poeta (aedo) hace
referencia a Calíope, una de las musas hija de Mnemosine (personificación de
la memoria). Desde la época alejandrina se le atribuye como dominio el de la
poesía lírica.
Aquiles:
Héroe griego, hijo de Peleo, rey de Ptía, en Tesalia, y de la nereida Tetis (Ninfa
marina de la mitología grecolatina que tenía cola de pez y cuerpo de mujer) y
uno de los personajes más famosos de la leyenda.
Recién
nacido, su madre lo sumergió en las aguas del río Estigio para hacerlo
invulnerable. No obstante, al sujetarlo por el talón éste quedó sin protección.
Fue criado
y educado por el sabio centauro Quirón quien le enseñó las artes de la guerra y
la caza pero también las de la música y la medicina.
Se
distinguía por ser un extraordinario corredor (de ahí que el aedo lo denomine
“el de los pies ligeros”). Cuando se dispuso a participar de la expedición
contra Troya, su madre le advirtió que, si iba a la guerra, alcanzaría inmensa
fama pero moriría. Aquiles entendió que eso era preferible a una vida larga
pero sin gloria.
Aquiles
pereció a consecuencia de una herida en el talón causada por Paris o, según
otros, por el dios Apolo.
Zeus y Leto: Son los
padres de Apolo. Zeus es el más grande de los dioses helénicos. Es
esencialmente el dios de la luz, del cielo sereno y del rayo pero no se
identifica con el Cielo de igual modo que Apolo no se identifica con el Sol ni
Poseidón con el Mar. En el pensamiento helénico, los dioses han perdido el
valor cósmico que pudieron haber tenido en otro momento de su evolución. A
partir de los poemas homéricos se crea la personalidad de Zeus, soberano de
hombres y dioses que reina en las alturas luminosas del cielo. Corrientemente permanece
en la cumbre del monte Olimpo, pero también viaja. Preside no sólo las
manifestaciones celestes, provoca la lluvia, lanza el rayo y el relámpago
(poder simbolizado en la égida que es una
coraza de piel de cabra. Por
extensión, significa también escudo, protección, defensa). Zeus mantiene el
orden y la justicia en el mundo no sólo mortal sino también en el plano divino.
Sin embargo, él mismo está sometido al Hado de quien es su intérprete. Homero
cuenta en La Ilíada que en la puerta del palacio de Zeus hay dos jarras en las
cuales se hallan los bienes y los males. El dios va alternando el contenido de
una y otra para cada uno de los mortales. A veces extrae exclusivamente el
contenido de una sola de ellas explicándose así que el destino de los hombres
sea completamente bueno o, en la mayoría de los casos, completamente malo.
Leto es madre de Apolo
y de Artemisa que fueron engendrados por Zeus. Pertenece a la primera
generación divina. Se contaba que Hera, por celos, había prohibido a Leto parir
a los gemelos en cualquier parte de la tierra. Delos, una isla flotante y
estéril, consintió en acogerla.
Apolo:
Al pie de una palmera, el único árbol en toda la isla, Leto aguardó el parto durante nueve días y nueve noches, pues Hera retenía a su lado a Ilítia, la divinidad que preside los partos felices. Todas las diosas, en especial Atenea, se hallaban junto a Leto, pero nada podían hacer en su favor. No obstante, Iris fue al Olimpo a rogar a Hera el alumbramiento ofreciéndole un collar de oro y ámbar de un espesor de nueve codos. A este precio, Hera consintió a Ilítia que finalmente descendiese del Olimpo y se encargue del parto. Leto dio a luz primero a Ártemis, y después, con ayuda de ésta, a Apolo. En el momento de su nacimiento, unos cisnes sagrados volaron sobre la isla dando siete vueltas a su alrededor -pues era el séptimo del día del mes-.
Después del parto, Zeus envió regalos a su hijo: una mitra de oro, una lira y un carro tirado por cisnes. Luego le ordenó que fuese a Delfos, pero los cisnes lo condujeron primero a su país, en la tierra de los Hiperbóreos, los cuales viven bajo un cielo siempre puro y que han consagrado a Apolo un culto que celebran sin cesar. Pues fue allí donde el dios permaneció durante un año, siendo homenajeado, y regresó después a Grecia, llegando a Delfos en pleno verano, en medio de fiestas y cantos. Incluso la naturaleza lo festeja. De este modo, se celebraba con hecatombes todos los años en Delfos la venida del dios.
Apolo mató en Delfos a Pitón (o Delfine), un dragón encargado de proteger un antiguo oráculo de Temis, pero que se entregaba a toda clase de desmanes en el país (enturbiaba los manantiales y los arroyos, robaba los ganados y los aldeanos, asolaba la fértil llanura de Crisa y asustaba a las Ninfas). En recuerdo de su hazaña, o tal vez para aplacar la cólera del monstruo después de muerto, Apolo fundó en su honor unos juegos fúnebres, los Juegos Píticos, celebrados en Delfos. Después se apoderó del oráculo de Temis y consagró un trípode en el santurario (el trípode es uno de los emblemas de Apolo y la Pitia, sentada sobre él, pronuncia sus oráculos). En honor a la victoria del dios, los habitantes de Delfos cantaron el péan, un himno en honor de Apolo. Pero una vez muerto el dragón, Apolo tuvo que ir hasta el valle de Tempe en Tesalia para purificarse de la mancha de tal muerte. Pues bien, cada ocho años se celebraba en Delfos una solemne fiesta conmemorando el exterminio de Pitón y la purificación de Apolo.
De aspecto hermoso, Apolo tuvo numerosos amoríos con Ninfas y con mortales. Así, amó a la ninfa Dafne, hija del dios-río Peneo, en Tesalia. La ninfa no correspondía a sus dioses y huyó a las montañas. Apolo la perseguía, y cuando estuvo a punto de alcanzarla, Dafne dirigió una plegaria a su padre, suplicándole que la metamorfosease para permitirle escapar de los abrazos del dios. Su padre consintió en ello y la transformó en laurel, el árbol consagrado a Apolo.
Como dios de la música y la poesía, era representado en el monte Parnaso donde presidía los concursos de las Musas. Pero aparte de ser dios de la música, poesía, vaticinio, pastoral e íntimamente unido con la vegetación y la Naturaleza, Apolo era además un dios guerrero capaz de enviar, con su arco y sus flechas, una muerte rápida y dulce, como su hermana Ártemis. En la Ilíada lucha en favor de los troyanos contra los griegos, protege a Paris en la batalla, y a su intervención, directa o indirecta, se atribuye la muerte de Aquiles.
Ciertos animales consagrados a Apolo: el lobo, a veces ofrecido en sacrificio y cuya imagen se asocia frecuentemente a la suya en las monedas; el corzo o la cierva, que también figuran en el culto de Ártemis; el cisne, el milano, el buitre y el cuervo, cuyo vuelo daba presagios, entre las aves; el delfín (su nombre es parecido al de Delfos), entre los animales marinos.
Al pie de una palmera, el único árbol en toda la isla, Leto aguardó el parto durante nueve días y nueve noches, pues Hera retenía a su lado a Ilítia, la divinidad que preside los partos felices. Todas las diosas, en especial Atenea, se hallaban junto a Leto, pero nada podían hacer en su favor. No obstante, Iris fue al Olimpo a rogar a Hera el alumbramiento ofreciéndole un collar de oro y ámbar de un espesor de nueve codos. A este precio, Hera consintió a Ilítia que finalmente descendiese del Olimpo y se encargue del parto. Leto dio a luz primero a Ártemis, y después, con ayuda de ésta, a Apolo. En el momento de su nacimiento, unos cisnes sagrados volaron sobre la isla dando siete vueltas a su alrededor -pues era el séptimo del día del mes-.
Después del parto, Zeus envió regalos a su hijo: una mitra de oro, una lira y un carro tirado por cisnes. Luego le ordenó que fuese a Delfos, pero los cisnes lo condujeron primero a su país, en la tierra de los Hiperbóreos, los cuales viven bajo un cielo siempre puro y que han consagrado a Apolo un culto que celebran sin cesar. Pues fue allí donde el dios permaneció durante un año, siendo homenajeado, y regresó después a Grecia, llegando a Delfos en pleno verano, en medio de fiestas y cantos. Incluso la naturaleza lo festeja. De este modo, se celebraba con hecatombes todos los años en Delfos la venida del dios.
Apolo mató en Delfos a Pitón (o Delfine), un dragón encargado de proteger un antiguo oráculo de Temis, pero que se entregaba a toda clase de desmanes en el país (enturbiaba los manantiales y los arroyos, robaba los ganados y los aldeanos, asolaba la fértil llanura de Crisa y asustaba a las Ninfas). En recuerdo de su hazaña, o tal vez para aplacar la cólera del monstruo después de muerto, Apolo fundó en su honor unos juegos fúnebres, los Juegos Píticos, celebrados en Delfos. Después se apoderó del oráculo de Temis y consagró un trípode en el santurario (el trípode es uno de los emblemas de Apolo y la Pitia, sentada sobre él, pronuncia sus oráculos). En honor a la victoria del dios, los habitantes de Delfos cantaron el péan, un himno en honor de Apolo. Pero una vez muerto el dragón, Apolo tuvo que ir hasta el valle de Tempe en Tesalia para purificarse de la mancha de tal muerte. Pues bien, cada ocho años se celebraba en Delfos una solemne fiesta conmemorando el exterminio de Pitón y la purificación de Apolo.
De aspecto hermoso, Apolo tuvo numerosos amoríos con Ninfas y con mortales. Así, amó a la ninfa Dafne, hija del dios-río Peneo, en Tesalia. La ninfa no correspondía a sus dioses y huyó a las montañas. Apolo la perseguía, y cuando estuvo a punto de alcanzarla, Dafne dirigió una plegaria a su padre, suplicándole que la metamorfosease para permitirle escapar de los abrazos del dios. Su padre consintió en ello y la transformó en laurel, el árbol consagrado a Apolo.
Como dios de la música y la poesía, era representado en el monte Parnaso donde presidía los concursos de las Musas. Pero aparte de ser dios de la música, poesía, vaticinio, pastoral e íntimamente unido con la vegetación y la Naturaleza, Apolo era además un dios guerrero capaz de enviar, con su arco y sus flechas, una muerte rápida y dulce, como su hermana Ártemis. En la Ilíada lucha en favor de los troyanos contra los griegos, protege a Paris en la batalla, y a su intervención, directa o indirecta, se atribuye la muerte de Aquiles.
Ciertos animales consagrados a Apolo: el lobo, a veces ofrecido en sacrificio y cuya imagen se asocia frecuentemente a la suya en las monedas; el corzo o la cierva, que también figuran en el culto de Ártemis; el cisne, el milano, el buitre y el cuervo, cuyo vuelo daba presagios, entre las aves; el delfín (su nombre es parecido al de Delfos), entre los animales marinos.
Crises: Padre de Criseida, sacerdote de Apolo. En el
Canto I se dirige al campo aqueo para recuperar a su hija Criseida, tomada como
botín de guerra por Agamenón. Éste, ofendido, lo expulsa con amenazas. Crises
invoca a Apolo y ruega: “¡Paguen los dánaos mis lágrimas con tus flechas!”. Así
se inicia la peste que asoló al ejército aqueo, motivo que enfrenta a Aquiles y
a Agamenón en el ya famoso episodio conocido como “la querella”.
Agamenón: Héroe
homérico. Hermano de Menelao, esposo de Clitemnestra y rey de Micenas (o
Argos). Sacrificó a su hija Ifigenia para que las naves griegas pudieran llegar
a Troya. Participó como jefe de los griegos en el cerco de esta ciudad, y al
regresar a sus dominios fue asesinado por Egisto, amante de su mujer. Menelao fue un legendario rey de la Esparta micénica, esposo de Helena, así como una figura central en la Guerra de
Troya. Fue hermano de Agamenón,
rey de Micenas y líder de las tropas aqueas (griegas). Menelao se convirtió en rey de Esparta tras
casarse con Helena, quien sería raptada por Paris, hijo de Príamo,
rey de Troya, dando lugar a la guerra de
Troya. Bajo el mando de Agamenón, Menelao y los demás reyes griegos
zarparon hacia Troya para rescatar a Helena. Al final de la guerra, Menelao fue
uno de los griegos que se escondió en el caballo de
Troya. Después de la guerra, Helena y Menelao se reconciliaron y
trataron de regresar a Grecia, pero se vieron obligados a hacer una travesía
que duró ocho años. Al fin, Menelao y Helena pudieron regresar a Esparta.
Calcas o Calcante: Adivino griego, uno de los más célebres. Era
natural de Mégara o de Micenas e hijo de Téstor (de ahí que en La Ilíada se lo
denomine Calcas testórida). Participó como augur en la guerra de Troya.
Profetiza la duración del sitio y es quien sugiere la construcción del caballo
de Troya.
Palas Atenea (Minerva): Hija de Zeus y de Metis. Ésta se hallaba
encinta y a punto de dar a luz a una hija, cuando Zeus se la tragó. Lo hizo por
consejo de Urano y Gea quienes le revelaron que si Metis tenía una hija, a continuación
tendría un hijo que arrebataría a Zeus el imperio del cielo. Llegado el momento
del parto, el padre ordenó a Hefesto que le partiera la cabeza de un hachazo.
De la cabeza salió una joven completamente armada: era Atenea. Sus favoritos en
torno a Troya son Uluses, Aquiles, Menelao, etc. Es considerada la diosa de la
Razón, así como preside las artes y la literatura. Sin embargo, mantiene una
relación más cercana con la filosofía que con la poesía o la música propiamente
dichas.
Néstor: Néstor es en la Ilíada y la
Odisea el prototipo del anciano experimentado, prudente y comprensivo, cuyo
consejo es tan decisivo en la guerra como las armas. Él convenció a Aquiles
para que se uniese a la expedición contra Troya; él fue quien consiguió reconciliar
al rencoroso Aquiles con Agamenón; él recibió la visita de Telémaco; él dijo,
en cuanto vio la deslumbrante belleza de Helena, que comprendía que hubiese
dado lugar a aquella cruel guerra.
Tetis: Tetis es una de las Nereidas. Su
padre es Nereo, el Viejo del Mar y su madre es Dóride. Además, se le conoce por
ser la madre de Aquiles.
Es una divinidad marítima e inmortal. Según otra versión es hija
del centauro Quirón, pero esto no es lo más difundido.
La crió la diosa Hera (esposa de Zeus, dios de dioses) con la que
guarda un verdadero vínculo y por lo general se ayudan en las malas, y se
acompañan en las buenas.
Por ejemplo, una vez en que Zeus arrojó a Hefesto (dios del fuego,
llamado también Divino Cojo) de la cumbre del Olimpo, debido a que éste quiso
intervenir en una discusión de la pareja en favor de Hera, Tetis recoge al
pobre dios. También es por orden de Hera que Tetis se hace cargo de la nave
Argo donde viajan los Argonautas.
Se dice incluso que en una ocasión en que Zeus intentó
conquistarla, la diosa se negó y lo rechazó para no molestar a Hera.
Sobre esto, hay otras teorías que dicen más bien que tanto Zeus
como Poseidón (dios del océano) querían enamorar a la nereida, pero que por un
oráculo se enteraron que el niño que ella tuviera sería más poderoso que su
padre. Por eso para evitar derrocamientos y luchas de poder, prefirieron
abstenerse y permitir que un mortal la amara.
Quirón se enteró de esto, y aconsejó a Peleo (su mortal protegido)
que no desaprovechara la ocasión de emparentarse con una divinidad. Aunque la
diosa se resistió, al final Peleo logró que ella accediera al amor.
Una vez casados, Tetis dio a luz a Aquiles. Tetis intentó por
todos los medios otorgarle la inmortalidad a su hijo, procedimientos que
resultaban peligrosos. Se cuenta que introdujo a Aquiles en fuego, pero que
Peleo logró llegar a tiempo y así sucesivamente hasta que un día, decidió
introducirlo en laguas de la laguna Estigia, en el Hades. Para ello lo tomó del
talón, pero no pudo terminar porque Peleo llegó y de nuevo la detuvo. Así, el
talón de Aquiles quedó vulnerable.
Debido a estos intentos de otorgarle la inmortalidad a Aquiles,
Peleo decide disolver el matrimonio con Tetis, pues él no comprende y cree que
Tetis desea hacerle daño al niño. No obstante, Tetis se mantuvo siempre
pendiente de Aquiles.
Siempre lo protegió, y para la guerra de Troya, ella intentó que
él no fuera pues sabía que allí encontraría su final. Primero lo esconde entre
las mujeres durante el reclutamiento de los soldados. Después, ya en la costa
no lo deja desembarcar primero porque quien lo hiciera estaba destinado a
morir. Le dio armas especiales, y después de la muerte de Patroclo (el amigo de
Aquiles), Tetis le pide a Hefestos que fabrique unas armas para el joven héroe.
Siempre lo consoló en momentos difíciles y trató de evitar que matara a Héctor,
pues sabía que esa sería su propia condena de muerte.
Una vez muerto Aquiles, Tetis se encargó de su nieto Neoptólemo.
Héctor:
es uno de los grandes héroes de la guerra de Troya, que narra
Homero en la Ilíada. Era el primogénito de los reyes de Troya, Príamo y Hécuba,
ya ancianos; era por tanto, aquel sobre quien cargaba el mayor peso en la
defensa de la ciudad. Su hermano Paris (al que llamaban Alejandro) fue el
causante de la guerra de diez años que acabaría con la ciudad. Resulta que
habiendo ido a Esparta a negociar con el rey Menelao, sedujo a su bellísima
esposa Elena y se la llevó para Troya. Acudió Menelao a Príamo a reclamar a su
esposa, y habiéndose puesto el rey de parte de su hijo Paris, Menelao le
declaró la guerra. Tenía éste como aliados a Aquiles, el gran rival de Héctor,
el astuto Ulises y el valiente Patroclo. Éstos fueron los rivales contra los
que mostró Héctor su extraordinario valor. Fue precisamente al dar muerte
Héctor a Patroclo en singular combate, cuando entró en la guerra el otro gran
héroe, Aquiles el de los pies ligeros. Al ver que entraba en combate el más
valiente de los guerreros, todos los troyanos se refugiaron dentro de las
murallas, pero Héctor quiso quedarse fuera a desafiarle. Sus ancianos padres le
suplicaron que entrase en la ciudad; Héctor se mantuvo firme en su
determinación y esperó el ataque de Aquiles. Pero al ver en su rostro y al oír de
su boca la ira que le había producido la muerte de su amigo Patroclo, Aquiles
tuvo miedo y emprendió una veloz carrera alrededor de las murallas de la
ciudad. Tres vueltas dieron perseguidor y perseguido, hasta que finalmente fue
alcanzado Héctor por la lanza de Aquiles. Pero no se calmó con ello su ira,
sino que ató el cadáver a su carro y lo llevó a rastras alrededor de las
murallas. Tuvo que abrazarse Príamo a los pies del matador de su hijo. Se
conmovió Aquiles ante las súplicas del anciano y le entregó el cuerpo de Héctor
para que celebrase los solemnísimos ritos funerarios. Héctor es una de las más
soberbias creaciones de Homero (su contrapunto es la figura de su esposa
Andrómaca). Era el baluarte y la defensa de Troya (quizás ésta es la clave de su
nombre); alma grande, valerosa, y esforzada; de cuerpo bien formado y
arrogante, el propio Aquiles tembló al acercarse a él. A pesar de tener Héctor
el presentimiento de la ruina de su patria, perseveró en su heroica actitud,
prefiriendo la muerte a la esclavitud y a la vergüenza.
Príamo:
Príamo era hijo de Laomedón, rey de Troya, y gobernó en la ciudad
durante la guerra con los griegos. Bajo el gobierno de Príamo, Troya se convirtió
en una ciudad próspera y poderosa que extendió sus dominios fuera de sus
fronteras. Príamo tuvo nada menos que 50 hijos, 19 de ellos con su esposa
Hécuba y el resto de relaciones extramatrimoniales. Su hijo mayor y favorito
era Héctor, el extraordinario y noble héroe de la Guerra de Troya (ver
Héctor). Según algunas versiones, era Paris el hijo mayor.
La figura de este último era menos
distinguida que la de su hermano, debido a su carácter indolente y egoísta que
trajo la caída de la ciudad. Entre los otros hijos de Príamo se encontraban
Dei-fobo, Troilo, que murió en una emboscada tendida por Aquiles, el vidente
Heleno y Polidoro. Príamo tuvo otras 50 hijas, siendo las más conocidas
Casandra, la vidente que había sido castigada y que nunca era atendida en sus
predicciones.
Al empezar la Guerra de
Troya, Príamo ya era anciano y no pudo participar en la lucha. Sólo apareció
en el campo de batalla para firmar un acuerdo con Agamenón respecto al duelo
que habrían de mantener Menelao y Paris para poner fin a la guerra. Después el
rey, escoltado por Hermes, acudió al campamento griego para pedir el cuerpo de
Héctor, al que Aquiles había mata. Aunque al principio Aquiles rechazó devolver
el cuerpo de Héctor a su padre, cambió de opinión al escuchar las palabras del
anciano rey y llegar a un acuerdo económico. «Aquiles [...] se levantó de su
asiento, cogió la mano del anciano y, movido por la piedad de sus cabellos y
sus barbas blanqueadas por el paso del tiempo, le dijo: Pobre hombre, con todo
lo que has llevado [...] de dolor para romper tu espíritu» (la Ilíada, XXIV,
líneas 513-517). Así surgió una especie de amistad entre los enemigos después
de que Aquiles dejase marchar al rey con el cuerpo de su hijo: «con esto tomó
al viejo rey por la muñeca derecha y liberó su corazón de temores.»
La imagen de Príamo como un hombre bueno y cálido quedó confirmada
por Helena, la mujer a la que Paris raptó y por la que empezó la guerra. No a
todo el mundo en Troya le gustaba su figura, pero Príamo la trató con la
benevolencia de un suegro y la consideraba inocente de lo que se la acusaba.
El final de Príamo también fue penoso. Cuando los griegos
escondidos en el caballo entraron en el palacio, el anciano se puso con
dificultad la armadura que durante años no había utilizado. Vio al hijo de
Aquiles, Neoptolomeo, matar a su hijo Polites ante el altar del palacio troyano
y arrojó su lanza débilmente contra el despiadado héroe, recordándole que su
padre se había portado mucho mejor. Con un comentario sarcástico, Neoptolomeo
cogió al anciano y lo puso en el altar para matarlo.
Andrómaca:
Andrómaca, hija de Eetion, rey de Asia Menor, fue esposa de
Héctor, el más grande y valiente de los héroes troyanos. Héctor y Andrómaca
tenían un hijo llamado Astianax. Los siete hermanos de Andrómaca, al igual que
su padre Eetion, fueron asesinados a manos de Aquiles poco antes de que también
matase a su esposo. Aquiles desea¬ba una venganza sanguinaria, ya que poco
antes Héctor había acabado con la vida de su mejor amigo, Patroclo, cuando
portaba su propia armadura en combate.
En un conmovedor pasaje de la Ilíada, Homero describe cómo Héctor,
que sabía que los troyanos perderían la batalla, se lleva a su esposa y a su
hijo antes del ataque. Al ver esto, el pequeño Astianax siente temor viendo
moverse el penacho situado en el casco de su padre. No menos impresionantes son
las líneas en las que Andrómaca es informada de la caída de su querido esposo
en la batalla. Se lamenta por su esposo y su hijo huérfano en estos términos:
«Pese a que él (Astianax) escape de los horrores de esta guerra con los
griegos, su vida será a partir de aquí un camino de trabajo y lamento. Otros
tomarán sus tierras. El día que le quita un niño a sus padres, le priva también
de estar con los suyos. Su cabeza se inclina y las lágrimas inundan sus
mejillas (la Ilíada, Libro XXII).
No obstante, el futuro descrito no iba a ser tal, ya que después
de la caída de Troya, Astianax huyó del recinto de la ciudad. Andrómaca fue
capturada como parte del botín de guerra y fue llevada a Grecia por Neoptolemo,
hijo de Aquiles cuyo violento temperamento era similar al de su padre, sobre
todo después de haber matado al rey troyano Príamo en el altar del templo de
Zeus. Andrómaca dio un hijo a Neoptolemo (tres según otras fuentes) y tuvo que
sufrir el desprecio de Hermione, la despechada esposa de éste. Ella y su padre,
Menelao, incluso intentaron matarla, hecho que fue evitado por el anciano
abuelo de Neoptolemo, Peleo.
Más adelante, Andrómaca se casó con el profeta Heleno que, también
como ella, había sido apresado por Neoptolemo en Troya. Pasó sus últimos años
con él en Pérgamo, una nueva cuidad creada en Asia Menor que recibió su nombre
de Pérgamos, la fortaleza destruida en Troya. De acuerdo con una versión
distinta, fue Pérgamo, el hijo de Heleno y Andrómaca, el que fundó la ciudad.
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